Para cumplir con el objetivo prioritario de mantener el poder adquisitivo de la moneda nacional, el Banco de México cuenta con la política monetaria como un instrumento específico y enfocado a ese fin. A través de la cual se definen los términos y condiciones bajo los cuales el Banco provee de dinero a la economía. El Banco de México ejerce de manera responsable esta facultad para mantener una inflación baja y estable.
Para lograr una economía sostenible, es importante llevar a cabo acciones encaminadas a proteger el medio ambiente. Por ejemplo: Aprovechar las energías renovables, adoptar procesos que no contaminen ni el agua ni el aire, reducir la emisiones de efecto de gases invernadero y respetar la biodiversidad, entre otros.
Uno de los elementos claves para alcanzar la estabilidad de precios es contar con los instrumentos adecuados, para esto en 2001 el Banco de México adoptó formalmente un régimen de objetivos de inflación como marco para conducir la política monetaria y en 2003 estableció como meta permanente de inflación una variación anual de 3% del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC). Desde entonces, la Junta de Gobierno conduce la política monetaria con el propósito de que la inflación se ubique en dicha meta.
Además, tomando en consideración que en el corto plazo la inflación puede verse influida por múltiples factores que están fuera del control de la autoridad monetaria, se definió un intervalo de variabilidad de más/menos un punto porcentual alrededor de la meta referida. Este intervalo alrededor del objetivo de inflación no constituye un margen de indiferencia o tolerancia, sino que busca representar la incertidumbre que rodea naturalmente al cumplimiento puntual del objetivo, ante los múltiples y diversos choques que frecuentemente afectan la inflación.
La principal contribución que puede tener un banco central para promover el crecimiento y el desarrollo económicos y, en última instancia, incrementar el bienestar de la población, consiste en mantener una inflación baja y estable. En la medida en que un banco central conduzca la política monetaria con ese fin y evite desviaciones de la inflación con respecto a su meta que, por su duración, magnitud o ambos, pongan en riesgo el proceso de formación de precios, contribuye a un entorno propicio para la realización de actividades productivas, la creación de empleos, el crecimiento de los salarios reales y, en consecuencia, a un mayor bienestar de la población.
Como lo ha venido haciendo desde 2018, el Banco de México conduce la política monetaria de acuerdo con un régimen de objetivos de inflación con base en pronósticos. Al igual que el régimen de objetivos de inflación establecido desde 2001, este esquema se caracteriza por el reconocimiento de la estabilidad de precios como el objetivo prioritario, el anuncio de una meta de inflación explícita, un elevado nivel de transparencia, una estrategia de comunicación amplia con el público y la presencia de mecanismos de rendición de cuentas. En adición, al estar los objetivos de inflación basados en pronósticos, la autoridad monetaria utiliza estos como un objetivo intermedio para conducir la política monetaria. Estos pronósticos se elaboran a partir de modelos que representan el funcionamiento de la economía y que permiten evaluar la interacción de las distintas variables económicas, incluyendo la postura monetaria, la inflación y el producto agregado.
En un régimen de este tipo, los participantes en los mercados y el público en general disponen de más elementos para dar seguimiento a la conducción de la política monetaria. Esto permite un mejor entendimiento de las estrategias y acciones del Banco Central y refuerza la credibilidad de su compromiso con el cumplimiento de su meta de inflación. Ello conduce a un mejor anclaje de las expectativas de inflación, fortaleciendo el mecanismo de transmisión de la política monetaria.
En este régimen, los bancos centrales determinan la postura de política monetaria de tal manera que los pronósticos de inflación, que incorporan dicha postura en su elaboración, sean congruentes con el cumplimiento de su mandato, considerando el horizonte en el que opera la política monetaria. Ante la ocurrencia de choques inflacionarios es posible que, de no modificarse la postura monetaria, las previsiones de inflación ya no impliquen la convergencia de esta a su meta en el horizonte de pronóstico. Frente a ello, las autoridades monetarias evalúan la naturaleza, magnitud y persistencia previstas de los choques inflacionarios y ajustan la postura de política monetaria en consecuencia. Ello con el fin de que los pronósticos de inflación sigan siendo congruentes con el cumplimiento del mandato de estabilidad de precios.
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