Tomo I: Antecedentes, fundación y despegue
II. Los años nuevos

 

6. Pinitos en banca central

 

6.1 Escamoteos y desorientación

Una de las funciones iniciales de instituto central que ejerció el banco fue la de controlar la circulación monetaria, y su primer problema fue manejar la depreciación de la moneda de plata. A pesar de que la ley orgánica le confería al banco el control exclusivo sobre la acuñación, la autoridad hacendaria continuó acuñando moneda de esa especie hasta febrero de 1927, con el objeto de cubrir sus deficientes presupuestales.[1]

Ente 1921 y 1926 se amonedaron algo más de 150 millones de pesos en especies argentíferas. Para 1927, del total de la masa monetaria estimada en 365 millones, 208 millones, o sea un 57%, era moneda de plata y sólo 150 millones correspondía a moneda de oro.[2] Estas cifras permiten comprobar la contradicción monetaria existente, ya que la moneda de oro base de nuestro sistema sólo integraba el 41% de la oferta monetaria total.

Cabe anotar que la abundancia de la moneda de plata lo era sólo en relación especie de oro. La oferta monetaria total quizás fuera insuficiente para las necesidades monetarias de la economía, que en esa época se encontraba postrada en grave recesión.

En efecto, el principio de la teoría monetaria, que establece que la moneda fraccionaria o de apoyo sólo debe emitirse en función del “respaldo” que requiera la especie fundamental, no había sido debidamente escuchado. Los resultados no se hicieron esperar; la excesiva provisión de moneda argentífera ocasionó que dicha especie se cotizara con un descuento respecto a su contraparte de oro (cuadro 12).

CUADRO 12
TIPO DE DESCUENTO DE LA MONEDA DE PLATA EN RELACIÓN
CON LA MONEDA DE ORO EN MÉXICO, SEPTIEMBRE DE 1925 - JULIO DE 1931
Año
Porcentajes
ene.
feb.
mar.
abr.
may.
jun.
jul.
ago.
sep.
oct.
nov.
dic.
1925
1.51
1.48
1.51
1.56
1926
1.55
1.46
1.17
1.17
1.49
1.90
2.72
4.04
4.03
4.37
6.13
8.95
1927
9.82
11.61
10.00
10.63
10.15
7.76
6.32
5.92
6.40
6.86
7.00
6.25
1928
4.73
3.95
3.34
3.07
3.31
3.45
3.64
4.00
4.00
3.62
3.69
3.68
1929
3.69
3.64
4.11
3.46
3.69
3.63
3.65
3.43
3.43
3.60
3.65
3.64
1930
3.86
3.71
3.71
3.50
3.63
3.95
4.30
5.40
7.19
8.97
12.00
13.96
1931
11.32
12.71
13.84
17.07
24.62
26.00
26.00
Fuente: Raúl Ortiz Mena, La moneda mexicana, México, Ed. América, 1942, anexo 9.

Desde sus inicios, el Consejo de Administración del banco se abocó a la tarea de recuperar la paridad entre las dos monedas. En el acta de ese órgano del 2 de octubre de 1925 se menciona lo siguiente: “Informó el señor Presidente que, como consecuencia de las medidas adoptadas por el comité ejecutivo y aprobadas por el consejo, paulatina pero firme y sistemáticamente continúa la mejoría de la moneda de plata”.[3]

¿Cuáles eran esas medidas? ¿Hacia dónde estaban orientadas? Desgraciadamente, no se dispone de esa información, sin embargo, el sentido común indica que se trataba de un plan para adquirir con oro nacional moneda de plata. Ello tendería a incrementar la demanda de la especie argentífera y por lo tanto a aumentar su precio.

Imposible conocer la cuantía de los recursos empleados por el banco para estabilizar la moneda de plata. Sterret y Davis relatan que, en 1926, bajo el liderazgo del Banco de México, los bancos aceptaron comprar moneda de plata en un esfuerzo por detener la caída en el precio de esa especie. Sin embargo, aparte de señalar que las adquisiciones se hacían con un descuento fijo, no se especifica el monto total que importaron esas operaciones. Esta actividad resultó estéril, además de costosa, ya que el descuento de la moneda de plata siguió creciendo: en septiembre de 1925 éste era de 1.51%, y para diciembre de 1926 había ya aumentado a casi 9%.[4] Esta campaña detuvo el pánico que se había desatado pero cuando dichas operaciones se suspenden en febrero de 1927, el descuento alcanza niveles de hasta el 12%.[5]

Algunos contemporáneos, equivocadamente, trataron de ver en este fracaso la ineficiencia cambiaria del Banco de México. La realidad, sin embargo, parece diferente. En primer lugar, el banco no contaba con los medios y los instrumentos para efectuar dicho control y además se le estaba exigiendo que persiguiera una política equivocada al tratar de mantener a toda costa una igualdad entre el valor de la moneda de oro y la moneda de plata.

La legislación monetaria vigente había determinado que la moneda de oro fuera de valor intrínseco pleno, mientras que la de plata sería “de apoyo”, de valor intrínseco parcial, y de poder liberatorio limitado. La única manera de mantener la paridad nominal era el canje ilimitado de las dos especies, y ello requería de un fondo monetario que nunca se constituyó: “...el Banco desde su fundación, recibió el servicio monetario con un deficiente de 120 millones de pesos toda vez que 1a circulación plata se estima en 200 millones contra sólo 80 millones que es su valor intrínseco en oro. Semejante deficiente en el fondo regulador, no podrá ser cubierto con el capital del Banco”.[6]

Los balances del Banco de México señalan que el saldo del Fondo Regulador nunca llegó a 5 millones. En diciembre de 1925 era de 500 000 pesos,[7] habiendo sido el más alto el correspondiente a junio de 1929, en que llegó a 4.2 millones de pesos. Para diciembre de 1930, esa cuenta amparaba un monto de sólo 3.4 millones.[8]

La moneda de plata siguió depreciándose, razón que obligó a las autoridades monetarias a tomar alguna medida para combatir esa crisis. El ministro de hacienda, Luis Montes de Oca, formó una comisión para que estudiara el problema, la cual proporcionó dictamen a principios de 1927. Su recomendación: que se suspendieran definitivamente todas las acuñaciones de moneda de plata. Así, el 25 de febrero de ese año se promulga un decreto que prohíbe indefinidamente la acuñación de monedas de plata de un peso y 50 centavos y que restringe la acuñación de cualquier otro tipo de moneda argentífera. Esa disposición privaba al banco de las atribuciones que en materia circulatoria le otorgaba su ley orgánica.[9]

Este episodio es de importancia, ya que marca el inicio de una era de escamoteos legales que no habría de concluir sino hasta marzo de 1932. También señala el comienzo de una etapa en que tanto la actuación del banco —pero principalmente la de la Secretaría de Hacienda— demuestra que el país aún no había encontrado una política monetaria consistente y deliberada.

El decreto escamoteador, además de privar al banco de funciones legales legítimas, creó a la institución algunos problemas prácticos; el primero de ellos relacionado con la función de agente y banquero del Estado. Con la prohibición de acuñar plata, el banco se vio maniatado para cumplir con las operaciones de concentración y remisión de fondos que le demandaba la Secretaría de Hacienda en numerosos oficios.[10] Ello demuestra la limitada visión de las autoridades hacendarias al emitir ese decreto, ya que a su vez el gobierno inundaba quincenalmente la circulación con la especie, debido a que los sueldos de los empleados estatales se cubrían precisamente en moneda de metal blanco. Las líneas que a continuación se citan, provenientes de las actas de consejo del Banco de México, ponen de manifiesto las dificultades monetarias que enfrentaba la institución:

De conformidad con la invitación hecha, el señor consejero Guichard recordó que al iniciarse en junio próximo pasado la baja de la moneda de plata propuso la conveniencia de que el banco retirara de la circulación la mayor cantidad posible de la indicada especie, a fin de contener ese descenso y de provocar, en consecuencia, una reacción favorable en el tipo de cambio de dicha moneda respecto a la de oro. El señor subgerente Ibarra manifestó que, en la época expresada el Banco puso en práctica la medida a que alude el señor consejero Guichard utilizando para el efecto la suma de dos millones de pesos, sin que se hubiera obtenido el resultado favorable que era de esperarse, debido a que el público, al menor indicio de baja, tiende a desprenderse de toda aquella moneda de plata que no necesita para sus gastos inmediatos, con lo cual, además de agravarse la situación, se hacen nugatorios los sacrificios del banco. Que si a la consideración anterior se agrega la de que si, por una parte, el banco extrae de la circulación una gran cantidad de plata, por la otra el gobierno lanza al mercado una mayor suma, como acontece cada quince días con los pagos de sueldos a la gran mayoría de los empleados federales, sueldos que importan tres millones de pesos, quincenalmente, se comprenderá la ineficacia de los esfuerzos del Banco para solucionar este problema.[11]

La situación se vio empeorada cuando, en octubre de 1927, se ordenó que fueran retiradas de la circulación dos tipos de monedas de plata, las llamadas monedas “Nieto” y “Limantour”.[12] El banco vio con ello multiplicados sus dilemas, ya que, por un lado, se le impedía acuñar nuevas especies o reacuñar las monedas ya retiradas, y por el otro tenía que cumplir con lo dispuesto sobre el canje de las mismas.[13] El banco se vio tan presionado por esta contradicción que, en algunas ocasiones, como lo manifiesta el director Mascareñas, tuvo que “sacrificar oro” para poder cumplir con sus obligaciones pagaderas en moneda de plata, y parte del proceso de canje de las especies “Nieto” y “Limantour” fue realizado de hecho con otros fondos del banco, distintos de aquellos pertenecientes al Fondo Regulador de la Moneda.[14] Esto último agudizó aún más el problema, pues el banco, al no poder reacuñar y emitir las monedas retiradas, tuvo que contentarse con ver inmovilizada parte importante de sus recursos disponibles. El colmo resultó que tampoco podía desmonetizar y vender como mercancía-plata la moneda retirada, debido a que el Fondo Regulador no era lo suficientemente cuantioso como para absorber las pérdidas que implicaban esa operación.[15] Esto era así porque la especie de plata era parcialmente fiduciaria. De manera que, mientras en el proceso de canje el banco debía pagarla a su valor nominal, éste obtendría en contrapartida un valor menor si intentaba vender esa plata como mercancía. El valor nominal de dicha moneda era superior al de su valor intrínseco. En 1928, el precio de la plata en el mercado internacional era de 0.3888 pesos por gramo (.582 dólares por onza troy), por lo que si se considera que el peso de 0.720 contenía 11.88 gramos de plata el banco sólo podría obtener por el metal desmonetizado .462 pesos, incurriendo así en una pérdida de más de 50 centavos por cada peso canjeado. De ahí, hasta 1932, el precio de la plata seguiría disminuyendo, empeorando la situación (1929 = .530 dólares por onza troy; 1932 = .279).[16]

Las autoridades del banco reaccionaron con energía cuando entró en vigencia la disposición que despojaba a la institución de sus atributos de acuñación. La primera reclamación se aprueba en el consejo y se hace llegar a la Secretaría de Hacienda en octubre de 1927. A partir de esa fecha, y por distintos canales, el banco envía a la autoridad hacendaria al menos seis peticiones formales para que se derogue el susodicho decreto.[17] De todas éstas, quizás la más sanguínea fue la elevada por Manuel Gómez Morin en febrero de 1928, durante una conferencia en la Secretaría de Hacienda con el ministro del ramo, Luis Montes de Oca, y con los miembros de la llamada Comisión de Cambios y Moneda de esa misma dependencia, entre los cuales figuraba Carlos Díaz Dufoo:

Si nuestra Ley Monetaria es buena, como lo reconoció la comisión misma, el problema se reduciría a determinar si convendría más la acción plena y directa del poder público en las cuestiones monetarias o si sería preferible manejarlas por medio de una institución privada autónoma...

Planteadas en esta forma las cuestiones, y siendo el Banco de México la institución que la Ley señala para regular el cambio y la moneda, el problema queda limitado a saber si el Banco, por su organización y naturaleza, está totalmente incapacitado para llenar la función monetaria o si su incapacidad es sólo en razón de las personas que lo dirigen, (ya que en este segundo caso) hubiera bastado el cambio de personas, cosa fácil de conseguir...[18]

Sin embargo, a pesar de que el secretario de Hacienda y sus asesores aceptaron en ésta y otras ocasiones los argumentos del banco, el famoso decreto siguió vigente hasta 1929, en que se derogó por orden del presidente de la República.[19]

Hubo en este periodo toda una serie de intentos por forjar una política monetaria que pudiera contener el desmoronamiento del sistema circulatorio. Dentro del banco, los esfuerzos más afortunados fueron hechos por Manuel Gómez Morin. En la sesión del Consejo de Administración del 3 de mayo de 1929, don Manuel señala que una de las necesidades más urgentes que tiene el banco es la de colaborar en la resolución del problema monetario. Al respecto, Gómez Morin discurre una medida que constituye un antecedente muy relevante en el manejo del encaje legal como instrumento de política monetaria. Según Gómez Morin, una de las causas de la abundancia de moneda de plata era que los bancos podían conceder créditos en esa moneda, sin que la reserva legal de los mismos estuviera constituida en la misma especie. La medida de obligarlos a mantener reservas en el mismo signo en que se concedieran los créditos, suspendería esta forma de “acuñación subrepticia de moneda de plata”. Otra medida sugerida por Gómez Morin y que también fue aceptada por la Secretaría de Hacienda y promulgada como ley, consistía en permitir que el Banco de México recibiera depósitos en plata a plazo fijo y con interés; el objeto: succionar monedas de plata de la circulación monetaria.[20] Sin embargo, atrás de éstas y otras medidas monetarias subyacía una debilidad fundamental: ninguna de ellas iba dirigida a corregir la fuente misma del problema, que provenía a su vez del desmembramiento del propio sistema monetario. Para ese momento no era ya posible cumplir con las condiciones requeridas para la operatividad de un patrón oro. En ninguno de los documentos se señala que algún funcionario, incluyendo al mismo Gómez Morin, pusiera en duda la viabilidad del sistema. Aún para 1930, cuando la situación había entrado ya en franca crisis, en el Consejo de Administración se insiste que: “Sobre todas las dificultades existentes, el banco está obligado a mantener en su integridad el talón oro; que en ese concepto no sería posible consentir que, por mejorar una situación difícil pero transitoria, se convirtiera el capital del banco en plata...”.[21]

La confusión reinante se esclarece con la polémica que se suscita en marzo de 1929, acerca de si había o no escasez de moneda de plata: “...el licenciado Gómez Morin expuso que el señor gerente de los consejeros consideran que no existe exceso de moneda de plata respecto al stock de oro, y que otros contrariamente opinan que hay superabundancia de las expresadas especies de plata...”.[22]

Las dudas y las vacilaciones con que se plantea el problema demuestran la escasa visión para advertir que la abundancia de plata era nada más que relativa: había exceso de plata solamente en relación al acervo de oro —que era la moneda base del sistema monetario—, pero tomada la oferta monetaria in toto, existía, como lo señalan las crónicas de la época, una notable astringencia monetaria.[23]

El decreto que prohibió las acuñaciones fue de resultados ambiguos. Desde el punto de vista monetario sus consecuencias fueron benéficas, especialmente por los efectos positivos logrados sobre la psicología monetaria de las masas. Pero los alcances en el lado real de la economía fueron negativos. La contracción en la oferta monetaria ocasionada por esa medida coadyuvó a la depresión que redujo el ingreso nacional en 2.3%, en ese año de 1927.

En cuanto al descuento entre la moneda de oro y plata, para julio de 1927 la tasa había descendido a 7%, nivel en el cual se mantuvo el resto de ese año. Durante 1928 y 1929 y hasta marzo de 1930, la relación de descuento se sostiene en un valor aproximado de 3.7. Sin embargo a partir de junio de este último año, esa tasa empieza a aumentar hasta alcanzar cifras de 9% en octubre y de casi 14% en diciembre.[24] En su momento, se pensó que con la suspensión de las acuñaciones el problema del descuento cedería. Pero como lo señalara oportunamente Miguel Quintana: “Las situaciones económicas no se pueden forzar con leyes. Para hacer desaparecer un mal es necesario llegar a la causa de él y tener los remedios con que atacar estas causas hasta destruirlas”.[25]

Para 1931 el panorama adquiere tintes críticos. En los primeros meses de ese año el descuento de la moneda de plata llega a alcanzar niveles de hasta 20% y aún mayores.

La explicación era relativamente sencilla. Al no poder sostener la paridad de las dos monedas por medios administrativos —es decir asegurando el canje ilimitado—, el precio relativo entre las dos especies tendía a establecerse según los siguientes factores: a) la proporción de plata en el peso de ese metal, que era de 0.720, y, principalmente, b) según la relación relativa de cambio entre el oro y la plata. Los datos del cuadro 13 muestran que el descuento entre las monedas de plata y oro y el precio relativo internacional entre ambos metales evolucionaron con cierto paralelismo. Cálculos econométricos arrojan un coeficiente de correlación entre dichas variables de .833, o sea que 69.3% de la variación en el descuento de las monedas aurea y argentífera en México queda explicado, estadísticamente, por la relación internacional de valores entre esos metales. Quizá desde el punto de vista matemático, el 30.7% correspondiente a la variación se deba al descenso experimentado por la tasa de descuento de la plata entre 1927 y 1928, y que con seguridad se atribuye a los efectos de la suspensión en la acuñación. El cambio entre el oro y la plata, al contrario, sufrió un descenso ininterrumpido entre 1925 y 1932.

CUADRO 13
TASA DE DESCUENTO DE LA MONEDA DE PLATA RESPECTO A LA DE ORO, Y EVOLUCIÓN INTERNACIONAL EN EL PRECIO RELATIVO DEL ORO Y LA PLATA,
1925-1930
Años     
Tasa de descuento de la moneda de plata* con respecto a la de oro (México)
Relación de precios** relativos entre el oro y la plata***
1925
1.39
28.5
1926
3.15
31.1
1927
8.23
32.6
1928
3.67
31.8
1929
3.64
34.7
1930
6.01
48.3
* Promedios anuales. ** En porcentajes. *** 1 de oro equivale a 10 de plata.
Fuente: Raúl Ortiz Mena, La moneda mexicana, México, Ed. América, 1942, anexos 2 y 9.

Con la salida de Gómez Morin aumenta la desorientación monetaria en el Consejo de Administración. Cuando en junio de 1930 la moneda de plata entra en crisis, ese órgano reinicia la discusión de este problema. Con todo, el consejo no diseña una recomendación de política sino hasta tres meses después; dos son los remedios propuestos: 1) reimportación del oro exportado como mineral, y 2) prohibición de importar artículos de lujo.[26]

No es raro que la resolución del problema se planteara también en términos de la balanza de pagos. Un excedente en balanza comercial produciría un influjo de oro al país, lo cual haría aumentar, por un lado, la oferta monetaria total y, por el otro, expandiría el stock interno de piezas de metal amarillo. En aquella época los Estados Unidos todavía se hallaban dentro del talón oro, por ello las exportaciones de México a esa nación se pagaban en especie áurea, ya en monedas o en barras. Sin embargo, como se explica en “Impotencia cambiaria”, el comercio exterior de México en esa época tuvo una evolución decepcionante. Además de que se experimentaron fuertes salidas de capital no registradas en la contabilidad nacional, las exportaciones se desarrollaron desfavorablemente; éstas descendieron entre 1928 y 1930 de 592.4 a 458.7 millones de pesos.[27]

Un mes después, o sea en octubre de ese año, se amplía ese diagnóstico con las siguientes medidas: fomento de la producción y del empleo en la República, reconstitución del Fondo Regulador de la Moneda, reducción del contrabando de oro y coordinación de los trabajos del banco con el de las diferentes comisiones designadas por las dependencias del gobierno para actuar en materia monetaria.[28] Otra muestra más de desorientación son las comisiones que se crean para resolver el problema de la plata y que se disuelven tiempo después, sin que lleguen a ninguna solución concreta y viable. En septiembre de 1930, por ejemplo, el presidente de la República crea una comisión para estudiar la moneda de plata, que queda disuelta sin entrar en funciones ya que, por un error administrativo, el nombramiento para presidirla se envía a una persona equivocada.[29] Otro tanto sucedió con otra comisión integrada en su mayoría por miembros del gabinete presidencial y de la cual nunca se conocieron resultados concretos.[30]

Para finales de 1930, la situación adquiere proporciones alarmantes. En el afán de orientarse, el secretario de Hacienda convoca a los banqueros de la ciudad para que estos expongan sus puntos de vista: “...en la junta celebrada recientemente en la Secretaría de Hacienda para resolver el problema de la revalorización de la moneda de plata, el señor secretario con grande habilidad, en vez de sugerir las medidas que a su juicio conviene adoptar para ese fin, invitó a los diversos representantes de los bancos asistentes a dicha junta para que propusieran medidas...”. [31]

Uno de los banqueros presentes en esa reunión —el Sr. Rueda, gerente de Crédito Español, S.A.— sugirió que con el efecto de esterilizar dinero de plata, sería conveniente aumentar del 33 al 50% el encaje legal de los depósitos hechos en esa especie. Esta propuesta fue aceptada e implementada por decreto del Ejecutivo en noviembre de 1930, que ya una vez en vigencia se enfrentó al antagonismo enérgico de los bancos. Éstos manifiestan su descontento principalmente a través de la Asociación de Banqueros, pero también presentan sus protestas directamente ante la Secretaría de Hacienda.[32]

A finales de 1930 existe una escasez tal de moneda de oro, que en algunos estados fronterizos ya no es posible conseguir signos de esta especie.[33] El conflicto llega a incidir incluso sobre los propios funcionarios del Banco de México. El consejero Calderón informa que, como solución de emergencia, se ha recomendado que los pagos a funcionarios estatales se hagan ahora en moneda de plata y que: “Como la medida indicada carecía de justificación si el consejo no daba el ejemplo, propone que la remuneración de los señores consejeros se perciba igualmente en plata”.[34]

La política de la Secretaría de Hacienda en estos últimos meses de 1930 y principios de 1931 es la de seguir retirando moneda de plata de la circulación. Sin embargo, a pesar de estas sustracciones, el descuento de la especie continúa creciendo. Esto hace, como lo manifiestan los periódicos de la época, que se deteriore paulatinamente la confianza del público en las autoridades hacendarias.[35] El episodio concluye cuando en julio de 1931 se promulga un nuevo estatuto monetario nacional. Esta ley, de breve existencia, en sus disposiciones originales a pesar de desmonetizar el oro, de alguna manera vino a agravar aún más los problemas circulatorios del país.


[1] “Ley que crea el Banco de México” (25 de agosto de 1925), art. 10, fracciones II-IV, en Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Legislación sobre el Banco de México, 1958, p. 92.

[2] Raúl Ortiz Mena, La moneda mexicana, México, Ed. América, 1942, p. 76.

[3] Banco de México, “Actas del Consejo de Administración”, libro 1, p. 11v, 2 de octubre de 1925, acta 6.

[4] Joseph E. Sterret y Joseph S. Davis, The Fiscal and Economic Condition of Mexico, Nueva York, 1928, p. 126.

[5] Ortiz Mena, op. cit., anexo 9.

[6] Banco de México, “Actas...”, libro 3, p. 55, 24 de febrero de 1928, acta 37.

[7] Ortiz Mena, op. cit., p. 77.

[8] Banco de México, “Libros de balances mensuales consolidados”, 1929, núm. de archivo 625, y 1930, núm. de archivo 622.

[9] “Decreto por el cual se suspende la acuñación y reacuñación de las monedas de plata de un peso y cincuenta centavos” (25 de febrero de 1927), en Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Legislación sobre el Banco de México, 1958, p. 109.

[10] Banco de México, “Actas...”, libro 3, p. 23, 14 de octubre de 1927, acta 117.

[11] Ibid., libro 5, pp. 58-59, 22 de agosto de 1930, acta 278.

[12] Ibid., libro 3, p. 23-23v, 14 de octubre de 1927, acta 117.

[13] Ibid., libro 3, p. 25v, 20 de octubre de 1927, acta 118.

[14] Ibid., libro 3, p. 74v, 15 de junio de 1928, acta 154.

[15] Ibid.

[16] Ortiz Mena, op. cit., anexos 3 y 6.

[17] Banco de México, “Actas...”, libro 3, pp. 25v, 27, 29, 31v, 54, 70, 20 de octubre de 1927, 21 de octubre de 1927, 4 de noviembre de 1927, 18 de noviembre de 1927, 24 de febrero de 1927, y 25 de mayo de 1928, actas 118, 119, 121, 123, 137, 150, y libro 4, p. 39, 8 de marzo de 1929, acta 192.

[18] Ibid., libro 3, p. 54, 24 de febrero de 1928, acta 137.

[19] Ibid., libro 4, pp. 46-47, 5 de abril de 1929, acta 196.

[20] Ibid., libro 4, pp. 60·61 y 65, 3 de mayo de 1929 y 10 de mayo de 1929, actas 199 y 200.

[21] Ibid., libro 5, p. 107, 11 de noviembre de 1930, acta 300.

[22] Ibid., libro 4, p. 37, 8 de marzo de 1929, acta 192, véase también libro 3, p. 85, 31 de julio de 1928, acta 165.

[23] Jaime Gurza, “Las funciones monetarias del Banco de México'', 1941, mimeo., p. 56.

[24] Ortiz Mena, op. cit., anexo 9.

[25] Miguel Quintana, Los ensayos monetarios como consecuencia de la baja de la plata, México, UNAM, 1931, p. 152.

[26] Banco de México, “Actas...”, libro 5, p. 61, 22 de agosto de 1930, acta 278.

[27] Lorenzo Meyer, El conflicto social y los gobiernos del maximato. Historia de la Revolución Mexicana, 1928-1934, vol. 13, México, El Colegio de México, 1978, p. 39.

[28] Banco de México, “Actas...”, libro 5, p. 85, 3 de octubre de 1930, acta 289.

[29] Ibid., libro 5, p. 76, 26 de septiembre de 1930, acta 289.

[30] Ibid., libro 5, p. 100, 28 de octubre de 1930, acta 296.

[31] Ibid., libro 5, p. 59, 21 de octubre de 1930, acta 294.

[32] Ibid., libro 5, pp. 111, 114, 116, 124, 21 de noviembre de 1930, 25 de noviembre de 1930, 9 de diciembre de 1930, actas 302, 304, 308.

[33] Ibid., libro 5, pp. 106-108, 11 de noviembre de 1930, acta 300.

[34] Ibid., libro 5, p. 109, 14 de noviembre de 1930, acta 301.

[35] Véase, por ejemplo, “Reaccionó un poco la plata”, El Universal Gráfico, 14 de octubre de 1930, p. 2.

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