Tomo I: Antecedentes, fundación y despegue
II. Los años nuevos

 

6. Pinitos en banca central

 

6.4 Impotencia cambiaria

Afortunadamente para el banco, durante la época de su fundación el país todavía gozaba de una bonancible situación en balanza comercial, factor que coadyuvó al fácil sostenimiento de la paridad cambiaria. En 1925 el superávit en balanza de pagos obtenido por el país era de 144 millones de dólares americanos, lo cual genera una suficiente provisión de divisas como para mantener en equilibrio la tasa de cambio.[1] Sin embargo, esta situación se deteriora con rapidez a partir de 1926; las exportaciones totales del país disminuyen desde un valor de 682.5 millones de pesos en 1925, hasta 458.7 millones en 1930, cifra que habría de bajar todavía más el año siguiente, al alcanzar la suma de 399.7 millones.[2]

Virgil Bett en su estudio sobre la historia del Banco de México hace ver cómo la tasa de cambio del peso contra el dólar evoluciona paralela y concomitantemente al saldo en balanza comercial. Con todo, la evolución de la balanza comercial, si bien no es del todo favorable, ya que disminuye el superávit de 144 a 51 millones de dólares de 1925 a 1930, no parece explicar plenamente la devaluación del peso mexicano. Un saldo siempre favorable a México no puede considerarse como causante de la depreciación del peso, ni tampoco como reflejo de una situación crítica en los pagos externos. Otros elementos que explican ese desenvolvimiento cambiario fueron la fuga de capitales y la exportación de la moneda nacional de oro, acontecimientos sobre los que, desgraciadamente, se tiene notable carencia de noticias cuantitativas.[3] En el cuadro 17 se presenta noticia de esta evolución.

CUADRO 17
EXCEDENTES EN BALANZA COMERCIAL MEXICANA Y LA TASA DE
CAMBIO ENTRE EL PESO MEXICANO Y EL DÓLAR AMERICANO, 1925-1930
(millones de dólares americanos)
Año
Excedente en
la balanza comercial
Pesos por dólar
(promedio anual)
1925
144
2.022
1926
150
2.062
1927
136
2.111
1928
113
2.075
1929
100
2.151
1930
51
2.252
Nota: paridad teórica: 2.006.
Fuente: Virgil M. Bett, Central Banking in México, Ann-Arbor, University of Michigan, 1957, p. 48.

La tendencia del peso mexicano en esta época es hacia la depreciación, sin embargo, se pueden distinguir en ella tres fases cíclicas: dos de dificultades y una de relativa recuperación. La primera crisis cubre los años de 1926-1927 y la segunda, que surge más o menos a finales de 1929, se prolonga hasta bien entrada la década de los treinta. La actuación cambiaria del Banco de México se inicia en 1926, con motivo de la crisis económica que estalla ese año. A partir de junio y hasta principios de octubre, el banco compra oro nacional por una suma de 22 millones de pesos. La medida resulta a la postre de modestos efectos y sumamente costosa, ya que el banco vendía dólares a una tasa de 2.04 pesos por dólar, cotización sustancialmente inferior de la que regía en esos momentos en el mercado.[4]

Debido a la futilidad y a lo gravoso de la operación, el banco retira su apoyo a la moneda nacional a finales de octubre. Ya sin ningún sostén el peso empieza a declinar alarmantemente, llegando a un valor de 2.16 en noviembre de 1926. Desde esa fecha hasta julio de 1927 la tasa se mantiene a niveles muy bajos, hasta que a finales de ese año se recupera nuevamente con el auge estacional de las exportaciones. No obstante, la divisa no alcanza su cotización de 1925 —2.05— sino hasta principios de 1928.

Muchas circunstancias concurrieron a esta crisis. Los observadores de la época atribuyeron la principal a la declinación en la balanza comercial y a las fugas de capital; pero, como lo indica Sherwell, los pagos por deuda externa debieron haber sido factor importante en la devaluación del peso.[5] Ortiz Mena asegura que de 1926 a mediados de 1928 el país entregó a sus acreedores internacionales fondos por valor de 22 millones de dólares, desembolsos que, como lo atestiguan algunos tratadistas, incidieron desfavorablemente en la relación cambiaria del peso mexicano.[6] Los problemas políticos y las tensiones sociales también jugaron parte determinante; Sterret y Davis señalan, por ejemplo, que el conflicto religioso y las fricciones diplomáticas entre los gobiernos de México y Estados Unidos colaboraron a la devaluación al provocar fuertes salidas de capital.[7] Las revueltas militares de 1927 y 1929 también fueron causantes de la fuga de cuantiosos fondos. Butler Sherwell estima que entre 1926 y 1927 la huida clandestina de oro hacia el extranjero alcanzó un promedio mensual de entre 2 y 3 millones de pesos.[8] El contrabando de moneda debió reflejarse en las reservas bancarias, ya que los saldos consolidados de caja en todos los bancos decrecieron de 118.9 millones en mayo de 1926 a 73.6 millones de pesos para finales de 1927.[9] Las disponibilidades áureas del banco disminuyeron de igual modo como se muestra en el cuadro 18.

CUADRO 18
DISPONIBILIDADES EN ORO DEL BANCO DE MÉXICO,
JUNIO DE 1926 - 1927 Y DICIEMBRE DE 1925 - 1926 Y 1927
(millones de pesos)
 
Dic,
1925
Jun,
1926
Dic,
1926
Jun,
1927
Dic,
1927
Moneda nacional y extranjera
33,466
32,893
9,407
18,583
11,836
Depósitos en bancos extranjeros
4,194
12,210
11,471
6,627
10,440
TOTAL
37,660
45,103
20,878
25,210
22,276
Fuente: Joseph E. Sterret y Joseph S. Davis, The Fiscal and Economic Condition of Mexico, Nueva York, 1928, p. 124.

La situación se torna tan alarmante que el gobierno de la República recurre a soluciones extremas. Una de ellas, comentada por Sherwell, consistió en un acuerdo con las compañías petroleras que operaban en México para que éstas pagaran en Nueva York sus impuestos de exportación de crudo a un tipo del 2 por 1: Este acuerdo resultaba doblemente ventajoso para el gobierno. Primeramente le permitía beneficiarse de 50 000 pesos mensuales para fines de ajuste cambiario; y además le aseguraba de una oferta de dólares en Nueva York para poder cumplir con sus compromisos internacionales”.[10]

Para septiembre de 1926 las compañías deciden romper el pacto, debido a que la situación era ya claramente desventajosa para ellas.

El sabotaje a las operaciones cambiarias retrata una instancia más de la oposición que vivió el banco en esa época por parte de las instituciones de crédito. En la sesión del Consejo de Administración del 23 de julio de 1926 el director Mascareñas se permite señalar que: ...(los bancos) no solamente se han negado a prestar la más insignificante ayuda a este Banco de México, sino que abiertamente se han dedicado a la especulación en dicha moneda, valiéndose de nuestra liberalidad en el sostenimiento de la moneda nacional”.[11]

La crisis cambiaria aparece nuevamente a mediados de 1930. Para esas fechas, la depresión económica mundial se ha declarado ya definitivamente, atacando en especial a los Estados Unidos de Norteamérica. La balanza comercial de México sufre un rápido deterioro, creando en unos cuantos meses, lo que Espinoza de los Monteros definió como un déficit difícil de cubrir”.[12] La desfavorable condición ejerce un efecto sobre la tasa de cambio, la cual se incrementa de un promedio de 2.184 en el primer semestre de 1930 a un nivel de 2.508 al finalizar ese año.[13]

Se tienen escasas noticias de la política y las operaciones cambiarias emprendidas por el banco para contrarrestar esa espiral devaluatoria, pero es obvio que sus esfuerzos fracasaron ante condiciones tan adversas. Bett señala que el banco, en su intento por detener la depreciación del peso, permitió que en 1930 sus reservas de dólares declinaran de 20 millones a 7 millones sin poder lograr su propósito.[14]

El acta del 19 de agosto de 1930 apuntaba que: ...la fuga de nuestro oro se ha venido acentuando, favorecida en gran parte por el contrabando que se hace de esta moneda, al grado de que en lo que va corrido del año, las reservas en oro del Banco han disminuido en nueve millones de pesos aproximadamente”.[15]

La devaluación del peso contra el dólar hace posible rescatar el vínculo existente entre la situación monetaria interna y la cuestión cambiara. El descuento de la moneda nacional de plata con respecto a la de oro tuvo necesariamente que reflejarse en los cambios sobre el exterior, depreciándose la especie de metal blanco en mayor proporción que la moneda áurea. Mientras que en junio de 1930 la moneda de oro se había devaluado contra el dólar en un 9.17%, respecto a la paridad legal, la especie de plata se deprecia, aproximadamente, en un 14.5%. Las mismas estimaciones hechas para los datos de diciembre de ese año indican porcentajes de devaluación de 25 y 45% respectivamente para el oro y la plata.[16]

En 1930 los estímulos pecuniarios para la exportación de moneda de oro eran ya muy considerables. A medida que se devaluaba el peso oro con respecto al dólar, aumentaba el acicate para exportar la moneda de oro y venderla como mercancía en el extranjero. En aquella época, la paridad oficial del peso contra el dólar (en virtud de que ambas monedas estaban ancladas al oro) era de .4985 dólares por peso o 49.85 centavos de dólar por la unidad de la moneda mexicana. Para 1925, el exportador de la moneda de oro nacional podía obtener una ganancia de .84 centavos de dólar por peso exportado y vendido como metal. Esta brecha llega a ser de 4.19 centavos de dólar en 1930, en virtud de que el tipo de cambio entre esas dos monedas había llegado a 45.6 centavos de dólar por peso en ese año (de 1925 a 1930 la tasa de cambio del peso contra el dólar experimentó la siguiente evolución: 1925: 49.01, 1926: 46.95, 1927: 48.85, 1928: 48.07, 1929: 48.07 y 1930: 45.6; datos de diciembre de cada año).

Por desgracia, únicamente se cuenta con comentarios aislados, un tanto anecdóticos, acerca del contrabando de oro que asolaba al país. El consejero Cancino comenta en octubre de ese año que mientras se acuñaba mensualmente en oro 1.5 millones de pesos, en contrapartida salían en diversas formas del país tres millones de pesos en esa especie, lo cual originaba que el stock áureo en lugar de aumentar, disminuyera paulatinamente.[17] Aunque las grandes presiones contra el oro se desatan en 1930, los incentivos para el contrabando de dicho metal se manifiestan desde años antes. En una sesión del consejo de agosto de 1928 se explicó uno de los procedimientos de que se valían los bancos comerciales para succionar del Banco de México recursos en oro. El público dio en la costumbre de comprar billetes del Banco de México con moneda de plata, pagando el correspondiente descuento. Por casualidad algunos de estos billetes caían en manos de los bancos comerciales, los cuales aprovechaban la liberalidad del Banco de México para canjearlos a su vez por oro. Indica el acta correspondiente que estos canjes representaban entre 200 y 300 mil pesos, lo cual había dado como resultado que el banco, en menos de quince días, perdiera cerca de cuatro y medio millones de pesos en oro”.[18]

El año de 1930 es también testigo de los escamoteos legislativos sufridos por el Banco de México. El socavamiento de sus atributos en lo que se refiere al manejo del cambio sobre el exterior se inicia con un decreto promulgado a principios de ese año, que modificaba la ley vigente de impuestos a la minería. Esa disposición, producto de la ofensiva legislativa emprendida por el gobierno del general Calles, se promulga el 17 de marzo de 1926. La ley señalaba, primero, la prohibición de exportar oro y, segundo, la obligación de reimportar este metal cuando el mismo se hubiera exportado en barras mixtas de cualquier proporción de oro, o en minerales concentrados con una ley áurea de más de dos gramos por tonelada.[19] Esta última disposición es modificada a principios de 1930, permitiendo con ello la exportación de oro y liberando a los exportadores del requisito de reimportar el metal amarillo.

La promulgación de ese decreto y los perjuicios que el mismo causaban al banco fueron discutidos por primera vez en el consejo el 14 de marzo de ese año.[20] El argumento central era que dicha ley imposibilitaba al banco de cumplir con su cometido de controlar la circulación monetaria y los cambios sobre el exterior, ya que al permitir la exportación de oro sin la contrapartida de su reimportación se debilitaba el acervo nacional de ese metal, que era la base de nuestro sistema monetario. Ello venía por lo tanto a obstaculizar los esfuerzos del banco por evitar que la moneda de oro abandonara el país: si existía escasez de moneda amarilla en relación con la moneda de plata, había que evitar a toda costa que el metal áureo fuera exportado. También se alegó que en la elaboración de esa ley se habían cometido irregularidades de procedimiento, ya que el banco, conforme a su ley orgánica, debía ser consultado cada vez que estuviera en estudio una disposición de carácter monetario. El consejo decidió, por lo tanto, crear una comisión que se entrevistara con el secretario de Hacienda, Luis Montes de Oca, para hacerle ver estos puntos y entregarle un memorial que contuviera los argumentos anteriores.

Este episodio pone de relieve el conflicto de objetivos a que se enfrentan a menudo los hacedores de política económica. Por una parte, había que promover las exportaciones de minerales, rubro importantísimo de nuestra balanza comercial que en esa época sufría severa depresión. La obligación de reimportar el oro exportado constituía una gravosa molestia burocrática que, ciertamente, inhibía a los productores de minerales en sus esfuerzos de exportación. Por otro lado, el país requería conservar para fines monetarios el mayor volumen de oro dentro de las fronteras de la República. ¿Cuál era el mejor compromiso asequible entre estos dos objetivos antagónicos?

La entrevista con Montes de Oca y la entrega del memorial se efectúa el 20 de marzo de 1930. Para agosto, o sea más de cuatro meses después, el banco todavía no recibía contestación a su consulta. Ese mismo mes, el director Mascareñas vuelve a insistir en la derogación del citado decreto durante una conferencia sostenida con el señor Montes de Oca.[21] En octubre de ese año la dirección del banco continúa sin recibir respuesta, razón por la cual se decide enviar una nueva reclamación, esta vez por conducto del licenciado Salvador Cancino, miembro del Consejo de Administración, la cual nuevamente choca con el muro de indiferencia levantado por las autoridades hacendarias.[22]

Sin embargo, la anulación absoluta de la función cambiaria del Banco de México no se realiza sino hasta diciembre de 1930. El día 24 de ese mes se publica un decreto por el cual se establece una comisión que de ahí en adelante se encargaría de controlar los cambios sobre el exterior, y a la cual se le dio el nombre de Comisión Reguladora del Cambio y la Moneda. La comisión se integraría por una terna de delegados, uno de la Secretaría de Hacienda, otro de la Comisión Nacional Bancaria y un tercero proveniente del Consejo de Administración del banco. Para informar de esta decisión, el secretario de Hacienda Montes de Oca convoca al director Mascareñas a una entrevista que se realiza en la propia secretaría el 26 de diciembre. Ahí se señaló quiénes serían los miembros de la comisión. La Secretaría de Hacienda había nombrado al señor Lorenzo Hernández, mientras que en representación de la Comisión Bancaria había sido elegido Manuel Gómez Morin. Don Luis promovió que, como delegado del banco, fuera designado su colaborador, Luciano Wiechers, con lo cual la Reguladora del Cambio quedó integrada sin interferencias y a entera satisfacción del entonces secretario de Hacienda.[23]

En esa misma sesión se aclaró el origen de la comisión, ya que el gobierno había conseguido un empréstito de 15 millones de dólares que sería aplicado, principalmente, al control de los cambios sobre el exterior. Desde un enfoque jurídico, lo correcto hubiera sido colocar el producto del empréstito en el Fondo Regulador de la Moneda y permitir que el Banco de México, de acuerdo con su ley orgánica, manejara esos fondos.[24] No se hizo así por razones desconocidas.

Se sabe poco de las actividades desarrolladas por la Comisión Reguladora, pero sí de sus resultados. A pesar de contar para el respaldo de sus actividades con poco más de 30 millones de pesos, este órgano fracasó en su intento de dominar la depreciación del peso mexicano. Gurza comenta que la comisión estuvo funcionando desde su creación hasta julio de 1931, sin poder detener el alza de los cambios”. Las estadísticas demuestran que la tasa declinó desde un nivel de 2.508 pesos por dólar, en diciembre de 1930, hasta llegar a 2.681 en julio del siguiente año.[25]


[1] Virgil M. Bett, Central Ranking in Mexico, Ann Arbor: University of Michigan, 1957, p. 47.

[2] Joseph E. Sterret y Joseph S. Davis, The Fiscal and Economic Condition of Mexico, Nueva York, 1928, p. 52, datos hasta 1927, y Lorenzo Meyer, Los inicios de la institucionalización. Historia de la Revolución Mexicana, 1928ยท1934, vol. 12, México, El Colegio de México, 1978, p. 39.

[3] Entrevista Miguel Palacios Macedo-Eduardo Turrent Díaz (ETD), marzo de 1980.

[4] Butler G. Sherwell, Mexico's Capacity to Pay: A General Analysis of the Present International Economic Position in Mexico, Washington, 1929, p. 70.

[5] Ibid.

[6] Raúl Ortiz Mena, La moneda mexicana, México, Ed. América, 1942, p. 77.

[7] Sterret y Davis, op. cit., pp. 123-124.

[8] Sherwell, op. cit., p. 70.

[9] Sterret y Davis, op. cit., p. 124.

[10] Sherwell, op. cit., pp. 64-65.

[11] Banco de México, Actas del Consejo de Administración”, libro 2, p. 23, 23 de julio de 1926, acta 50.

[12] Antonio Espinoza de los Monteros, La depreciación monetaria actual”, El Economista, 16 de febrero de 1931, p. 8.

[13] Jaime Gurza, Las funciones monetarias del Banco de México”, mimeo., 1941, p. 5.

[14] Bett, op. cit., p. 49.

[15] Banco de México, Actas...”, libro 5, p. 56, 19 de agosto de 1930, acta 277.

[16] Nuestras estimaciones, a partir de los datos de Gurza, op. cit., pp. 59-60, y Ortiz Mena, op cit., p. 79.

[17] Banco de México, Actas...”, libro 5, p. 83, 3 de octubre de 1930, acta 289.

[18] Ibid., libro 3, p. 81, 9 de agosto de 1928, acta 161.

[19] Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Ley de impuestos a la minería y sus reglamentos, México, Ed. Cultura, 1926, pp. 15, 16, 25, 28, 32 y 107, arts. 20 y 25.

[20] Banco de México, Actas...”, libro 4, p. 180, 14 de marzo de 1930, acta 245.

[21] Ibid., libro 5, p. 57, 19 de agosto de 1930, acta 277.

[22] Ibid., libro 5, pp. 82-83, 3 de octubre de 1930, acta 289.

[23] Ibid., libro 5, pp. 134-135, 26 de diciembre de 1930, acta 312.

[24] Ley que crea el Banco de México” (25 de agosto de 1925), en Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Legislación sobre el Banco de México, México, 1958, art. 1o.-VI-B, y art. 10-VII, pp. 87 y 92.

[25] Gurza, op. cit., pp. 59-60.

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