Historia del Banco de México
Eduardo Turrent Díaz


Tomo V: Reorganización programática
II. El programa alemanista y la política monetaria

 

8. Política monetaria (1947-1948)

 

En el “estado transitorio entre las condiciones creadas por la guerra apenas concluida y las provenientes del anhelo mundial de volver, con la paz, a la normalidad” a que se refirió el presidente Miguel Alemán en su primer informe de gobierno, una decisión trascendental residió en el mantenimiento de la paridad que se había fijado desde octubre de 1940. No se sabe con exactitud cuándo y cómo el presidente Alemán, seguramente en conciliábulo con su secretario de Hacienda, Ramón Beteta, llegó a esa determinación. Lo cierto es que una vez tomada, la acción se confirmó públicamente a manera de que la medida no permaneciera tan sólo como un hecho consumado. Ya se ha visto que en el programa de gobierno, dado a conocer por el candidato algunos meses antes de su toma de posesión, quedó plasmado con toda claridad que era “de vital importancia para la Economía Nacional el afianzamiento del poder adquisitivo de nuestra moneda… con relación a las divisas extranjeras”. Puertas adentro en el Banco de México, el mantenimiento del tipo de cambio de 4.85 pesos por dólar quedó confirmado en el Consejo de Administración apenas dos semanas después del nombramiento de Carlos Novoa como director general. Vale la pena rescatar la cita completa:

A continuación, el señor Director informó: Que de conformidad con las estipulaciones del Convenio sobre el Fondo Monetario Internacional, al que México se adhirió el 31 de diciembre de 1945, se han determinado, con esta fecha, las paridades de las principales monedas del mundo. Que el Gobierno de México ha convenido con el Fondo Monetario Internacional en mantener el tipo de cambio actual, y en consecuencia se ha fijado la paridad de 4.855 pesos por dólar norteamericano. Que los tipos de compra y de venta para el Banco de México, S.A., continuarán siendo de 4.85 y 4.86, respectivamente. Que la Secretaría de Hacienda y el Banco de México, S.A., están resueltos a mantener el tipo de cambio en vigor y, además, para facilitar las importaciones de maquinaria y equipo que el país necesita, en los casos en que la venta de dichos productos se efectúe a plazos y con objeto de garantizar a los importadores las divisas necesarias, el banco reanudará a partir de mañana sus operaciones de cambio a futuro. Que de este Convenio se dará noticia por radio en las transmisiones de las once de la noche de hoy y por la prensa de mañana, simultáneamente con la misma publicación que hará el Fondo Monetario Internacional.[1]

Casi nueve meses después, el presidente Alemán se refirió de manera explícita al tema del tipo de cambio en su primer informe de gobierno. En ese importante mensaje, el mandatario se manifestó “convencido de que una moneda sana y un tipo de cambio estable propicia[ban] el abaratamiento de la vida”. Una estrategia fundamental para ese fin había sido, por un lado, “la política de fortalecimiento de la moneda, no aumentando la que existe en circulación”. Otra acción clave en ese sentido fue “también la política del Gobierno Federal de estricta economía en sus gastos y de cubrir el remanente del pasivo al Banco de México...”. La política monetaria se había orientado a impedir que “continuara el proceso inflacionista sin que por otro lado se llegara a la deflación”. Asimismo, “parte correlativa de la política monetaria ha sido la decisión del Gobierno de mantener estable el tipo de cambio, conservando la paridad de cuatro ochenta y cinco frente al dólar”.[2]

Como se aprecia, el mantenimiento de la paridad se asumió como un compromiso abierto y público. Lo que no es tan seguro es si previamente a la toma de esa decisión se estudiaron con todo pormenor sus implicaciones. Antonio Ortiz Mena, secretario de Hacienda años después, recordaba con mucha nitidez una conversación que había sostenido con uno de sus antecesores, don Eduardo Suárez, en la cual este último le había comentado que “el tipo de cambio había salido de la guerra muy sobrevaluado y que la defensa de esa paridad iba a resultar difícil o imposible de conseguir para la administración subsiguiente”. Es muy difícil suponer que la alta dirección tanto en la Secretaría de Hacienda como en el Banco de México haya desconocido la situación de apreciación que padecía al concluir la guerra el tipo de cambio. Por un lado, pesaba el hecho poderoso de que el licenciado Eduardo Suárez había pasado a formar parte del Consejo de Administración del Banco de México en calidad de consejero por la serie A desde febrero de 1947.[3] Por tanto, las oportunidades de Suárez para transmitir su sentir en ese tema al director Novoa o al resto de los consejeros seguramente no habían escaseado. Un indicio de igual o mayor transcendencia derivaba de un informe que había preparado en noviembre de 1946 el Departamento de Investigaciones del Fondo Monetario Internacional respecto a la economía mexicana. El autor de ese documento había sido el economista de nacionalidad cubana Felipe Pazos.

Reveladoramente, la séptima sección del informe redactado por Pazos llevó por título “Paridad del poder adquisitivo”. Después de aclarar que se deberían de tomar en cuenta con todo cuidado las limitaciones de los cálculos de paridad de poder de compra, ese autor señalaba que con base en los índices de precios al mayoreo, hacia abril de 1946 el peso mexicano se encontraba sobrevaluado con respecto al dólar de los Estados Unidos entre 42 y 69%, dependiendo del año de comparación del que partiera la estimación: de 1936 a 1939. Oigamos a Pazos:

En 1937 el peso se encontraba claramente sobrevaluado y al borde de la depreciación; en 1939 el peso se había desplomado con rapidez y se encontraba probablemente subvaluado. Tomando los años de 1936 y 1938 como base, se obtiene una sobrevaluación entre 53 y 58 por ciento. Una comparación de la evolución de los precios al consumidor en esos mismos años sugiere que la sobrevaluación del peso fluctúa entre 85 y 93 por ciento... [Asimismo,] una consideración especial tendría que darse al hecho de que los salarios en México se han rezagado con respecto a los precios y que, por tanto, una estimación de “paridad salarial” mostraría una sobrevaluación no ajustada no más elevada que 24 por ciento.[4]

La cuestión es entonces clara. Independientemente de la imprecisión de las estimaciones sobre la paridad del poder adquisitivo, los argumentos de Pazos no dejaban lugar a dudas. Tampoco el hecho de que los funcionarios del Banco de México y por su conducto los de la Secretaría de Hacienda debieron haber conocido el documento y comentado entre sí sus aspectos más importantes. En particular, cabe destacar que Pazos no recurrió a eufemismos o a referencias indirectas al redactar el resumen y las conclusiones del documento que se le encomendó. Vale la pena rescatar las dos afirmaciones fundamentales porque en retrospectiva Pazos parece haber tenido boca de profeta:

Una continuación de la sobrevaluación del peso en su nivel actual puede obligar a que México tenga que devaluar su moneda algún momento en el futuro. Esto es particularmente cierto, toda vez que los costos de producción no pueden contenerse indefinidamente a menos de que los precios caigan también en un plazo breve. […]

La reducción de precios necesaria para restaurar el equilibrio de la balanza de pagos puede ser considerable si alguna relevancia es posible atribuir a los cálculos de paridad de precios. Existe ciertamente espacio para acomodar alguna contracción de precios sin perturbar a la economía. Empero, puede ser necesaria una reducción más grande que la que es posible obtener sin una deflación severa. De ser este último el caso, deberá darse consideración a una política de depreciación del peso, de restricciones a la importación o ambas.[5]

El hecho más notable para la economía mexicana durante el periodo final de la Segunda Guerra Mundial y el inicial de la posguerra fue una modificación muy drástica de su entorno externo. La transición consistió en lo fundamental en un repunte muy rápido de la cuenta de importaciones, una reversión de las entradas de capital que se habían intensificado durante la guerra y una reducción aún más activa del saldo de las reservas internacionales del Banco de México. Aunque resulta imposible precisar cifras incluso aproximadas, las reservas se utilizaron parcialmente para financiar el déficit en cuenta corriente y en parte también la fuga de capitales que se desató ya en forma importante durante los meses intermedios de 1948. Las importaciones mexicanas repuntaron en esa etapa de transición, tanto por razones de demanda como de oferta. Estas últimas fueron más importantes. Durante la guerra, muchas importaciones –sobre todo de manufacturas y de bienes de capital– estuvieron bloqueadas porque las industrias en los países avanzados se encontraban ocupadas produciendo armamentos. También estuvo presente el factor complementario de la insuficiencia de la transportación para traer las importaciones a México.

Por su parte, incluso durante los años más álgidos de la contienda mundial, las exportaciones mexicanas tuvieron un desempeño muy favorable en términos de crecimiento. Medidas en dólares, de 1940 a 1944 las exportaciones de México crecieron a una tasa promedio anual de 24.9%. En forma no necesariamente incompatible con lo anterior, en los años de 1945, 1946 y 1947 esta tasa de crecimiento fue respectivamente de 19.5, 19.2, y 30.1%. Cabe sobre todo resaltar el incremento que tuvieron las ventas al exterior en 1947, cuando después de ubicarse en el bienio anterior en aproximadamente 6.4% sobre el producto interno, brincaron en ese año casi 7.1%. En comparación con la experiencia en esa época de otros países latinoamericanos, las exportaciones de México eran razonablemente diversificadas. En 1947 los principales conceptos de exportación fueron productos vegetales con un 37.2% sobre el total, metales industriales y sus productos con 22.5%, textiles y manufacturas con 14% y productos minerales, productos animales y manufacturas con participaciones relativas respectivas de 7 y 6.4%. Excepto las ventas de metales industriales y sus productos, todos los demás conceptos de exportación tuvieron un crecimiento muy rápido con respecto a sus niveles de 1940.[6]

Pero el hecho más sobresaliente en la evolución de la cuenta corriente fue la forma tan rápida en que crecieron las importaciones, sobre todo en el cuatrienio de 1944 a 1947. Mientras que de 1940 a 1943 las importaciones crecieron en un promedio 20% anual, durante los últimos años referidos los incrementos fueron respectivamente de 46.5, 19.8, 61 y 20%. Cabe destacar, en particular, el gran aumento que tuvo ese rubro en 1946 con un salto de más de 60%. En ese año registraron expansiones muy importantes las importaciones de maquinaria y equipo industrial con un aumento poco mayor de 65%, vehículos y equipo científico con 61%; productos minerales, 56%; productos vegetales, 46%, y productos animales, 36%. Los conceptos descritos correspondieron, sumados, a poco más de cuatro quintas partes del total de las importaciones en ese año. Después de un incremento tan cuantioso en 1946, el año siguiente el total de las importaciones todavía creció por arriba de 20% y ese hecho agravó mucho la situación de la balanza de pagos. En 1947 sobresalieron sobre todo las importaciones de vehículos y de maquinaria, que crecieron en conjunto 34%.[7]

El gran problema de la balanza de pagos en ese periodo de transición fue el déficit de la balanza comercial, el cual llegó a hacerse muy grande en los años de 1946 y 1947. Así se destacó en un informe que preparó el Departamento de Investigación del Fondo Monetario Internacional para el Directorio Ejecutivo en mayo de 1948. En esa época las estadísticas de balanza de pagos de México no permitían un cálculo muy exacto del saldo de la cuenta corriente, pero los técnicos del fondo llegaron a unas estimaciones que sugerían que desde 1945 e incluso antes, ese saldo había mostrado un déficit de magnitud importante. Según el documento citado, en 1946 y 1947 el déficit de la balanza comercial había ascendido respectivamente a 167.4 y 187.2 millones de dólares y el déficit en la cuenta corriente a 106.8 y 121.6 millones. Asimismo, “el principal factor de desequilibrio en la balanza de pagos de México había sido el déficit en la balanza comercial” y a lo anterior se agregó algo muy importante: que esos resultados deficitarios “redujeron las reservas de oro y divisas de 344 millones de dólares al cierre de 1945 a 126 millones a diciembre de 1947”.[8]

Con su trabajo, los técnicos del fondo fueron subsanando gradualmente las deficiencias de que adolecían las estadísticas mexicanas de balanza de pagos. Así, esos técnicos consiguieron llegar a cálculos más confiables del saldo de la cuenta corriente y del balance de la cuenta de capital. Como se muestra en el cuadro 2, un punto muy importante a destacar es que al menos en 1947 el financiamiento oficial captado por México de parte del gobierno de Estados Unidos fue más que suficiente –y en 1946 casi– para cubrir las fugas privadas de capital. La estimación de las fugas privadas de capital era muy aproximada e imprecisa pues se basaba en la variación del saldo de las cuentas de ciudadanos mexicanos en la banca de Estados Unidos. Este factor ayuda a explicar parcialmente el monto tan importante que mostraban los errores y omisiones. Asimismo, cabe recordar que como consecuencia de la solución al problema de la deuda externa mediante las negociaciones de 1942 y 1946, fue durante el sexenio alemanista cuando México empezó a obtener algunos créditos con el Eximbank y con el Banco Mundial. Esos créditos se reflejan también en el cuadro 2.

CUADRO 2
MÉXICO: BALANZA DE PAGOS
(millones de dólares)
 
1946
1947
Cuenta corriente    
   Exportaciones
503.5    
620.7    
   Importaciones
553.3    
668.9    
   Aportaciones a organismos
18.4    
43.4    
   Fugas de capital
42.3    
22.3    
   Neto
-112.5    
-105.4    
Financiamiento oficial
   Préstamos (E.U.)
35.7    
31.0    
   Transferencias (E.U.)
—    
—    
   FMI
—    
22.5    
   Aportaciones a FMI y BM
1.3    
22.5    
Reservas Internacionales
   Divisas
8.2    
17.8    
   Oro
112.0    
57.0    
TOTAL DE FINANCIAMIENTO
157.2    
194.9    
Errores y omisiones
-44.7    
-81.0    
Fuente: International Monetary Fund, Research Department, Economic Developments in Mexico in 1947 and Balance of Payments Prospects for 1948, May 14, 1948, Staff Memorandum 232, Table A.

¿Qué ocurrió en la balanza de pagos de México durante los seis meses y 21 días que transcurrieron en 1948 antes de que las autoridades decidieran dejar flotar al peso? El primer dato a considerar es que en el periodo de enero a junio el déficit comercial resultó mucho menor que en igual lapso del año previo de 1947 (la comparación arroja 170.9 millones de dólares contra 52.5 millones). Asimismo, aunque en ese primer semestre de 1948 el país captó inversiones privadas por poco más de 8 millones de dólares y préstamos y transferencias del gobierno de Estados Unidos por casi 12 millones de dólares, no fue posible financiar íntegramente la salida de capital que se produjo y que habría de crecer hasta convertirse en avalancha. Es de creerse que ésta haya sido muy grande en ese periodo semestral, ya que aparte de algunas amortizaciones que se tuvieron que realizar por poco más de 7 millones de dólares, la cuenta de errores y omisiones resultó deficitaria en 27.3 millones de dólares. Según el Fondo Monetario Internacional, en ese primer semestre de 1948 el Banco de México perdió reservas internacionales por casi 30 millones de dólares. Aunque en el periodo equivalente de 1947 la pérdida había sido mucho más cuantiosa (71.6 millones), quizá el hecho de que en el último trimestre de ese año la reserva hubiese incluso aumentado tal vez alimentó el optimismo de las autoridades para pensar que el trance de dificultades podría superarse. A lo anterior cabe agregar que en ese primer semestre de 1948 el Banco de México obtuvo un apoyo adicional proveniente del Fondo de Estabilización del gobierno de los Estados Unidos por 17 millones de dólares. Sin embargo, desde enero de ese año la reducción del saldo de la reserva fue continua a un promedio mensual de casi 5 millones de dólares. El golpe de gracia definitivo se consumó durante los primeros 21 días del mes de julio. En el transcurso de ese breve lapso, un ataque especulativo ya masivo drenó las reservas por un monto de casi 35 millones de dólares.

El escenario queda así marcado con mucha nitidez. Ante una modificación muy drástica del entorno externo, no hubo realmente en México reacción alguna por parte de las políticas cambiaria, monetaria, crediticia y fiscal. La única modificación se dio en el campo de la política comercial pero ésta fue quizá demasiado tardía y ciertamente no logró revertir la situación de déficit en que había caído tanto la balanza comercial como la cuenta corriente.

La oferta monetaria (medida como la suma de los billetes y monedas en circulación) se mantuvo prácticamente estable a todo lo largo de 1946 y lo mismo ocurrió en 1947, ya bajo la nueva administración alemanista. Los factores que determinaron este comportamiento fueron una contracción continua de los activos internacionales del Banco de México y una expansión de una magnitud semejante y de sentido inverso del crédito interno. Este comportamiento de la oferta monetaria podría considerarse inocuo o neutral desde el punto de vista macroeconómico, toda vez que en ese lapso los precios mostraron mucha estabilidad. Sin embargo, la tesis de neutralidad resulta difícil de sostener si se consideran tres fenómenos ya mencionados que estaban ocurriendo simultáneamente en ese periodo: la pérdida de reservas internacionales, un crecimiento muy rápido de las importaciones y la persistencia de un déficit en la cuenta corriente difícil de financiar. A su vez, el crecimiento del crédito interno del Banco de México derivaba del financiamiento que concedía el instituto central al gobierno federal y a la banca de desarrollo y de los redescuentos otorgados a la banca comercial. En 1947, el total de este financiamiento por parte del Banco de México representó el 24.5% respecto del año anterior. En este año del total del financiamiento se le asignó el 16.4% a la banca de desarrollo y el 84% restante a la banca comercial.[9]

Dos eran los indicadores con los que se podía evaluar en ese tiempo la postura de la política monetaria. El primero era el comportamiento que imponía el Banco de México a su crédito interno y en particular la rapidez con la que se expandía ese indicador. El segundo era el nivel de la tasa del encaje legal a través del cual el banco central influía sobre la magnitud del multiplicador bancario. Ya se ha visto que el crédito primario estuvo en expansión continua a todo lo largo de 1946 y 1947, a pesar de que en esos años las reservas internacionales se reducían sin cesar y de que las importaciones crecían sin interrupción. Sin embargo, desde el momento en que tomó posesión la administración alemanista en diciembre de 1946 y a todo lo largo de 1947 y el primer semestre de 1948 no hubo modificaciones importantes en la tasa del encaje que se imponía a la banca comercial y también a los bancos de desarrollo. En realidad, como se verá a continuación, al menos en términos nominales la tasa del encaje legal se redujo tanto para los bancos del Distrito Federal como para los de las plazas en provincia con y sin sucursal del Banco de México.

Este muy importante asunto fue presentado por el director Novoa a la consideración del Consejo de Administración en diciembre de 1946, a poco tiempo de haber tomado posesión de su cargo. La cuestión tenía un aspecto de jure y otro de facto. Desde ese primer punto de vista, argumentó Novoa que se habían revertido las entradas de divisas al país que “estaban haciendo aumentar los depósitos y las carteras de los bancos” y que, por tanto, había que modular a esa realidad el nivel de la tasa del encaje legal. Asimismo, dado que no era “de temerse que esta disminución se aprovech[ara] para elevar las carteras”, proponía que también se moviera el tope negociado con los bancos ubicados en la ciudad de México en mayo de 1944 para limitar el crecimiento de su cartera. Así, la tasa del encaje legal fue reducida de 50 a 45% para las plazas en donde existía sucursal del Banco de México y de 45 a 40% para las plazas sin sucursal. Por su parte, la tasa de encaje para los bancos domiciliados en la capital del país se mantuvo sin modificación. Pero lo que pasó en realidad es que esta modificación tuvo escaso efecto sobre la cartera de los bancos toda vez que una proporción muy elevada de ellos tenía un faltante importante en su depósito legal. De manera que, en una buena medida, esa acción fue adoptada con la finalidad de validar una situación de hecho. Vale la pena escuchar la totalidad de los considerandos que expresó sobre este tema en el consejo el director Novoa:

Que analizada la posición de la cartera de los bancos del interior se advierte que sólo ha disminuido, de diciembre de 1945 a la fecha, $5,000,000.00; pero se observa a la vez que los faltantes en el depósito legal suman en conjunto $16,000,000.00 en cifras redondas, lo que hace llegar a la conclusión de que los bancos no podrían nivelar su posición legal sin forzar el cobro de cartera, por lo cual parece conveniente disminuir el tanto por ciento del depósito legal a sus obligaciones, en un 5%, lo que significa un alivio de $45,000,000.00 en cifras redondas. Que no es de temerse que esta disminución se aproveche para aumentar las carteras, porque desde luego tiene una aplicación inmediata que representa un 12% anual al cubrir sus faltantes en el referido depósito legal. Que, por otra parte, es de esperarse que continúe la baja de los depósitos por la demanda de dólares proveniente de la balanza de pagos desfavorable, debida al aumento de importaciones.

Que respecto de los bancos de la Capital [...] se considera conveniente mantener para ellos, por ahora, el depósito legal en el 50 por ciento suprimiendo los “topes de la cartera”, que de hecho han dejado de tener significación porque con la disminución de los depósitos no pueden aumentar sus carteras.

Que con excepción de algunos bancos que tienen sobrantes de alguna consideración, los que ya los han absorbido redimiendo cartera que tenían redescontada en el Banco de México y otros que tienen operaciones propaladas convenientes para la economía nacional que absorberán los sobrantes de ellos, los saldos de las instituciones restantes no tienen importancia e incluso es de esperarse que algunas seguirán conservando sus inversiones en Bonos del Gobierno con interés del 6 por ciento anual y que por la liquidez de los mismos les permite hacer frente a los faltantes de su depósito legal y a bajas de depósitos.

Que suprimidos los “topes” [mencionados] se vuelve al régimen legal y por lo mismo a la libertad de cada banco para prestar en proporción al crédito que conceda al público (sic). Que la graduación del depósito legal será el siguiente paso para la regulación del crédito y del medio circulante que se propone llevar a cabo la Dirección General.

Que estando próximo el fin de año convendría que la disminución del 5 por ciento para los bancos del interior entre en vigor a partir del 1° de enero del año entrante [1947].[10]

En esa sesión del consejo, Novoa señaló con firmeza que era “conveniente tender a que se mantengan las carteras de las instituciones de crédito a su nivel actual aun cuando descienda el monto de los depósitos. Sin embargo, el hecho flagrante es que en el transcurso de 1947 no sólo las carteras de crédito crecieron de manera importante, sino que lo hicieron en mayor medida que en el año de 1946. Mientras que la cartera total de las instituciones de crédito privadas había crecido en 1946 13.6%, el incremento en 1947 resultó de 17.6%. La expansión de la cartera de la banca de desarrollo fue aún más rápida, ya que habiéndose incrementado 37% en 1946, el año siguiente el brinco fue un poco mayor a 50%. Esta evolución no fue incompatible con la que mostró la cartera del Banco de México, dentro de la cual el saldo del redescuento con la banca de desarrollo pasó de 73.2 millones de pesos en febrero de 1947 a 136.5 millones en el mes de diciembre. Todavía a principios de mayo de 1948, los técnicos del Departamento de Investigación del Fondo Monetario Internacional señalaron que “si las autoridades monetarias de México desean de verdad proteger la actual paridad del peso, deben impedir la expansión del crédito”. Sin embargo, tal vez era ya demasiado tarde para modificar el rumbo del destino.[11]

Según el Fondo Monetario Internacional, en 1947 la deuda pública interna se había incrementado en 223.5 millones de pesos. Lo anterior quiere decir que en ese año los desembolsos del erario fueron superiores en esa cantidad a los ingresos fiscales, los cuales se estimaron en cerca de 2 353 millones de pesos. A pesar de ese déficit cercano a 9%, el gasto federal total para 1948 fue planteado con un incremento de 633 millones de pesos (38%) sobre la cifra presupuestada de 1947. Esta última información quedó plasmada en un documento del organismo internacional que se redactó a principios de mayo de 1948 y revela una muy escasa convicción por parte del gobierno mexicano para realizar un ajuste fiscal significativo o una contención correspondiente del crédito. Esto último, a pesar de las promesas que había ofrecido el director Novoa al director ejecutivo Camille Gutt, en el sentido de que se habían tomado medidas diversas “para fortalecer el presupuesto fiscal” y que otras más serían adoptadas con la intención “de elevar los ingresos fiscales y así alcanzar la finalidad de equilibrar el presupuesto”.[12] Posteriormente se vino a comprobar que tan sólo en los seis primeros meses de 1948 la deuda pública interna se había incrementado en otros 200 millones de pesos, lo que planteaba la duda de si en efecto se había llevado a cabo algún esfuerzo para fortalecer las finanzas públicas.[13]

De hecho, durante ese primer semestre de 1948, el fuego que alimentaba las dificultades cambiarias se intensificó en lugar de amainarse. Mientras que, como se ha visto, durante 1946 y 1947 la oferta monetaria se mantuvo prácticamente estable, en los primeros siete meses de 1948 ese agregado tuvo un crecimiento no despreciable de 118 millones de pesos sobre un total de 3 500 millones a diciembre de 1947. Los siguientes datos son también de relevancia para reforzar el argumento expuesto: en ese primer semestre de 1948 el crédito interno creció 430 millones de pesos, la tenencia de títulos gubernamentales por parte de la banca aumentó 163.4 millones de pesos, y el crédito general a individuos y empresas hizo lo propio en 334.3 millones de pesos. Con base en las cifras presentadas, la conclusión parece relativamente sencilla: al menos hasta el mes de junio de 1948, a pesar de las excitativas presentadas a las autoridades mexicanas por los técnicos del Fondo Monetario Internacional y de los ofrecimientos obsequiados por aquéllas, poco se había intentado para que los hechos y los esfuerzos coincidieran con las palabras.

En noviembre de ese año, los integrantes de una nueva misión del Fondo Monetario Internacional, William Taylor y Eduardo Laso, concertaron una entrevista con el secretario de Hacienda de México, Ramón Beteta, y con don Rodrigo Gómez, del Banco de México. En las notas que Taylor y Laso recabaron de esa reunión se encuentra la verdad desnuda de todo lo que ocurrió en México en materia cambiaria del momento en el que tomó posesión el presidente Alemán, en diciembre de 1946, a los episodios más álgidos de la crisis cambiaria que detonó precisamente durante la tercera semana de julio de 1948. Vale la pena escuchar el testimonio del ministro Beteta, pues presenta evocaciones de un fatalismo que parecía irreversible para México y sus autoridades:

El Gobierno del Presidente Alemán tuvo dudas desde el principio de su administración, en diciembre de 1946, sobre el mantenimiento de la paridad en el nivel de 4.85 pesos por dólar. Cambios fundamentales en la economía de México habían ocurrido durante los años de la guerra y posguerra que tendían a impedir el sostenimiento de la paridad oficial… Sin embargo, tiempo después se había generado un desequilibrio de tal magnitud que únicamente podría corregirse mediante una corrección drástica del tipo de cambio.

Durante el periodo de guerra se instrumentaron políticas financieras orientadas, por un lado, a contener la inflación y, por el otro, a financiar un programa amplio de inversiones públicas y de industrialización a través de la expansión de las oportunidades de crédito y del financiamiento deficitario. Hacia la conclusión de las hostilidades, el valor de las importaciones pronto alcanzó y superó el valor de las exportaciones.

El nuevo Gobierno tomó posesión en el momento que parecía la cumbre del auge. En el momento de la toma de posesión del nuevo Gobierno –enfatizó el ministro Beteta– hubiera sido imposible actuar en el ámbito cambiario por razones políticas y sociales. Hubiera sido inapropiado establecer una nueva paridad para el tipo de cambio, sin tomar las medidas compensatorias necesarias tales como equilibrar el presupuesto fiscal, restringir la política crediticia y limitar el flujo intenso de importaciones, etc. Esas medidas requerían de un análisis cuidadoso y de la elección del momento apropiado.


[1] Ibid., lib. 17, 18 de diciembre de 1947, acta 1161, p. 141.

[2] Secretaría de Gobernación, Dirección General de Información, Primer informe presidencial al H. Congreso de la Unión, México, 1947, pp. 32-33.

[3] Banco de México, “Actas…”, lib. 17, 12 de febrero de 1947, acta 1169, p. 168.

[4] International Monetary Fund, Initial Par Values-Mexico, Prepared by Felipe Pazos, Research Department, 30 de noviembre de 1946, Executive Board, memorándum núm. 18.

[5] Ibid., pp. 2 y 13.

[6] John S. de Beers, “El peso mexicano 1940-1949”, Problemas Agrícolas e Industriales de México, México, enero-marzo de 1953, pp. 87-89, y Banco de México, Informe…, op. cit., p. 48.

[7] Beers, op. cit., pp. 88-89.

[8] International Monetary Fund, Research Department, Staff Memorandum 232, RD-615, 14 de mayo de 1948, pp. 1-2.

[9] Banco de México, Moneda, 1979, pp. 27-28.

[10] Banco de México, “Actas…”, lib. 17, 24 de diciembre de 1946, acta 1162, pp. 145-147.

[11] International Monetary Fund, Research Department, Economic Development in Mexico and Balance of Payments Prospect for 1948, RD-615, Staff Memorandum, 232, pp. 9, 16, y cuadros C y D.

[12] Ibid., pp. 11 y 18, y suplemento 2.

[13] Ibid.

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