Tomo XI: Proyectos constructivos
IV. Los fideicomisos culturales

 

10. La visión del fiduciario

 

Como una excepción a ese lenguaje escueto e impersonal en que suelen estar escritos los códigos y las leyes, en una de las disposiciones fundamentales del derecho mexicano respecto de la figura del fideicomiso, se habla de que el fiduciario “deberá obrar siempre como un buen padre de familia, siendo responsable de las pérdidas o menoscabos que los bienes sufran por su culpa”.[1] Difícil sería encontrar una mejor manera de expresar la motivación que ha impulsado históricamente al Banco de México en su encomienda de administrar los Fideicomisos culturales que le han sido encomendados. Tan ha sido guiado en esa tarea por un indudable y muy discreto espíritu paternal, que en su cumplimiento ha excedido con mucho y en forma reiterada, lo expresamente establecido por los fideicomitentes en los contratos de fideicomiso correspondientes. De no haber sido de esa forma, no está claro si la totalidad, algunos o alguno de esos museos creados mediante fideicomiso habrían tenido una carrera ascendente o incluso si habrían podido establecerse o subsistir.

El otro elemento fundamental de esa encomienda del Banco de México ha sido el interés público. Interés público para que subsistan y progresen los museos Frida Kahlo, Anahuacalli, Centro Cultural Isidro Fabela y Franz Mayer y para que sigan prestando a México servicios de gran valor en el orden artístico y cultural. En razón del carácter de interés público que revisten esas entidades habría sido inconcebible políticamente que en su momento el Banco de México pudiera haber apelado a la opción que ofrece la ley a todo fiduciario de declinar el ofrecimiento de esa función. También habría sido imposible políticamente que el Banco de México se hubiera desligado de la función de fiduciario en esos fideicomisos, argumentando que le resultaba imposible cumplir con los fines establecidos en los contratos correspondientes, principalmente por insuficiencia de medios materiales o económicos para lograr sus fines.

Para explicar el papel de fiduciario que el Banco de México ha cumplido desde su fundación en los museos Frida Kahlo, Diego Rivera, Isidro Fabela y Franz Mayer varias preguntas deben responderse de manera satisfactoria: ¿Cuál ha sido la función cumplida por los delegados fiduciarios designados por el Banco de México en esos fideicomisos? ¿Cómo se planteó y operó en los museos en cuestión la división del trabajo entre fiduciario, Comité Técnico y los directores cuya designación ha sido responsabilidad de esos órganos colegiados? ¿De qué manera se dio la aportación de recursos presupuestales a la operación de esos museos? ¿Y la aportación de recursos humanos y servicios administrativos y de asesoría? Por último: ¿Qué formas tomaron otras colaboraciones adicionales de distinto tipo, ya fuese en especie, en fondos líquidos, en contratación de proveedores o en soluciones a problemas específicos?

Como punto de partida para su función de administrador en los Fideicomisos Culturales, al Banco de México le han sido aplicables todas las obligaciones señaladas en la ley para los fiduciarios en cualquier fideicomiso. Sobresale entre ellas, la obligación suprema de cumplir el fideicomiso conforme al acto constitutivo (Artículo 356, Ley General de Títulos y Obligaciones de Crédito), a lo que cabría agregar el “deber de inscripción” en el Registro Público de la Propiedad y el Comercio para los fideicomisos cuyo objeto recaiga en bienes inmuebles. La indelegibilidad de las funciones fiduciarias le ha sido desde luego aplicable al Banco de México en los Fideicomisos Culturales al igual que el deber de procurar la conservación del patrimonio fideicomitido. En particular, el instituto central ha sido escrupulosamente cuidadoso de guardar el secreto profesional y fiduciario como se establece en la ley (artículo 45, fracción X). Así, en su calidad de fiduciario, el Banco de México cumplió rigurosamente en los Fideicomisos Culturales con esa obligación que es general y sin salvedades para todos los contratos de fideicomiso: respetar el secreto fiduciario. Felizmente, la observancia de ese principio nunca fue obstáculo para la realización de una tarea muy importante: la promoción de los museos Anahuacalli, Frida Kahlo, Isidro Fabela y Franz Mayer. Tradicionalmente se involucraron en esa tarea de promoción tanto el Banco de México, en su carácter de fiduciario de esas organizaciones culturales, como las propias autoridades de los museos, sus comités técnicos y los integrantes de esos órganos en lo individual. La promoción obedecía a dos finalidades concretas; dar a conocer los museos y atraer a un número grande y creciente de visitantes. Esa tarea también incluyó conseguir nuevas donaciones en especie y en efectivo.

Las obligaciones legales aplicables a los fiduciarios en todos los fideicomisos dicen poco sobre las tareas específicas que éstos deben efectuar en el cumplimiento de su obligación contractual. Una excepción es la relativa al deber de llevar una contabilidad especial “por cada contrato de fideicomiso” en la que se incluya el registro del dinero y demás bienes, valores y derechos especificados en el patrimonio fideicomitido además de los incrementos o disminuciones que muestre su balance. Según la ley, los saldos de las cuentas controladoras deben coincidir invariablemente con los correspondientes a la contabilidad del fiduciario (Artículo 5, fracción 5). Por respeto al secreto fiduciario, el Banco de México se ha visto impedido de hacer públicos los estados financieros de los Fideicomisos Culturales, pero al cumplimiento de esa obligación han colaborado tanto el área contable del instituto central como el área de auditoría. El saldo del patrimonio de los fideicomisos no es parte del activo de la entidad fiduciaria y por tanto, no puede aparecer en el estado patrimonial de la institución salvo en el concepto “cuentas de orden” que se ubica fuera de la hoja de balance.

Aunque, como se ha visto, la Ley establecía que el fiduciario debía llevar una contabilidad específica para cada contrato de fideicomiso, en su texto no se precisaba cuáles tenían que ser los estados contables concretos a presentar. Desgraciadamente, en el archivo histórico del Banco de México no se conservan dichos estados financieros para ninguno de los Fideicomisos Culturales de la institución en años anteriores a la década de los setenta. Ese hecho resultó sumamente desfavorable en razón de que hizo imposible presentar una noticia contable de la evolución de esas entidades, desde el momento en que empezaron a operar al término del periodo de estudio. Con todo, los estados financieros correspondientes que se pudieron encontrar –del año 1971 para los museos Diego Rivera y Frida Kahlo y para el Centro Cultural Isidro Fabela, y de 1977 para el Fideicomiso Cultural Franz Mayer– consistían de un Estado de Resultados y un Balance Patrimonial.

Aparte del hecho de que no se llevaba una contabilidad separada individual para los museos Anahuacalli y la Casa Azul (en razón de que se trataba de un único contrato de fideicomiso), lo más notable de los estados contables que se pudieron consultar son las partidas correspondientes a los subsidios que recibían los museos de Diego Rivera y de Isidro Fabela del Gobierno Federal. En particular, cabe destacar el renglón alusivo a “Deficiente líquido de ejercicios anteriores” (sic). Así, sin tomar en cuenta ese concepto, el resultado del fideicomiso Diego Rivera correspondiente al ejercicio contable de 1971 habría arrojado un saldo deficitario de tan sólo 578 mil pesos, el cual se elevó, sin embargo, a poco más de 4.5 millones de pesos en razón de las pérdidas acumuladas de ejercicios anteriores, concepto que ascendía aproximadamente a 3.9 millones de pesos. ¿Cómo se reflejaba ese resultado en la situación patrimonial del fideicomiso? La hoja de balance al cierre del año muestra que el patrimonio bruto del fideicomiso Diego Rivera que se ubicaba en casi 29 millones de pesos se reducía en términos netos por efecto del quebranto acumulado a poco más de 24.4 millones de pesos. Por su parte, el Patrimonio del Fideicomiso se componía de una Aportación del Fideicomitente por 24.2 millones y “subsidios de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público por 4.9 millones de pesos. O sea que en ausencia de esos subsidios, el patrimonio del fideicomiso habría tendido a desaparecer en el largo plazo.[2]

Una situación bastante semejante presentan en igual ejercicio contable los Estados Financieros del Centro Cultural Isidro Fabela. En el año correspondiente de 1971, la pérdida habría ascendido a poco más de 248 mil pesos de no haber existido un “Deficiente líquido de ejercicios anteriores” por 1.7 millones de pesos que en realidad se había cubierto con aportaciones del Gobierno Federal por 1.6 millones de pesos. A lo anterior habría que agregar los subsidios concedidos por el Gobierno Federal por 1.6 millones de pesos, “Donativos de Terceros” por 300 mil pesos y una aportación del Banco de México por 55 mil pesos. Por su parte, en el balance del Fideicomiso Franz Mayer al cierre de enero de 1977, sobre un patrimonio aproximado de 148 millones de pesos, la aportación del fideicomitente sumaba 56.85 millones de “Inventarios Artísticos” y 90.2 millones de aportaciones en títulos y valores de distinta naturaleza. Finalmente, en la situación patrimonial de dicho fideicomiso también aparecía un “Deficiente líquido de ejercicios anteriores” por 1.7 millones de pesos, aunque en este caso no haya indicios de que ese saldo negativo haya sido compensado con subsidios del Gobierno Federal.[3]

Entre las frases célebres que se recuerdan de Napoleón Bonaparte sobresale aquélla de que para hacer la guerra con posibilidades de éxito se necesitan tres cosas: dinero, dinero y más dinero. Guardando las debidas diferencias, el mismo principio ha sido aplicable en lo específico al mantenimiento de unos museos que fueron creados mediante la figura del fideicomiso. En el caso de los museos Frida Kahlo y Anahuacalli, el problema de suficiencia presupuestal se presentó y afloró incluso antes de la muerte de Diego Rivera, que ocurrió en noviembre de 1957. Esto, en la medida en que el contrato que se suscribió con el Gobierno Federal por virtud del cual podrían financiarse las obras de construcción y adaptación de esos museos fue anterior al deceso del pintor: 31 de mayo de 1956. Hizo así su aparición desde esos inicios otro agente, también esencial y discreto, en la existencia y subsistencia de los museos objeto de atención en el presente texto: el Gobierno Federal. Como se ha visto en los párrafos precedentes, en su momento y con apego a las circunstancias de cada caso, esa intervención fue clave tanto en los museos Diego Rivera, como en el Isidro Fabela y tal vez también en el Franz Mayer.

En el caso específico de La Casa Azul y del Anahuacalli, lo que ocurrió es que la intervención del Gobierno Federal fue determinante, ya se ha dicho, para el arranque de esos museos. Por algunos años así ocurrió hasta que apareció en el escenario de esas instituciones la señora Dolores Olmedo de Phillips. Con un gran interés por la obra artística de Diego Rivera y de Frida y también con un gran poder económico, la intervención de esa persona resultó determinante en materia presupuestal para el sostenimiento de esos museos. Así, por largo tiempo el financiamiento de esos museos dependió mancomunadamente tanto del Gobierno Federal como de la señora Olmedo. En contrapartida administrativa por esa intervención, esta última fue designada directora en ambos museos, nombramiento que conservó y ejerció hasta su muerte en julio de 2002. Para validar legalmente dicha función, en 1957, a raíz del fallecimiento de Diego Rivera, se suscribió entre el Banco de México y la señora Olmedo un primer convenio “de manejo de museos” que se fue renovando de manera recurrente.[4]

A la solución financiera del Museo Casa del Risco o Isidro Fabela, también contribuyó de manera determinante el Gobierno Federal. De hecho, en el largo plazo la solución para ese problema dependió, como se ha visto, tanto de esa autoridad como del gobierno del Estado de México, entidad natal de Fabela. Como ya se ha visto, el Gobierno Federal oficializó ese apoyo presupuestal mediante un contrato de fideicomiso que se firmó en abril de 1960, o sea algunos años antes de la muerte de ese destacado diplomático que emprendió la partida en 1964. No es de sorprender que surgiera ese respaldo del Gobierno Federal dada la importancia de la donación, el prestigio personal y político del donante y el hecho de que el presidente de la República en turno también fuese mexiquense y amigo personal de Fabela. Así, en ocasión de la inauguración del museo, don Isidro expresó en su discurso inaugural:

“El 8 de octubre de 1958, constituí con el Banco de México un Fideicomiso por el cual entregué al pueblo mexicano nuestra Casa del Risco, conocido monumento artístico colonial. Cuando expresé mi resolución a don Rodrigo Gómez, este caballero se levantó de su asiento para estrecharme la mano y decirme: ‘Doy a usted las gracias por la confianza que deposita en nosotros’. Y yo le respondí que ese banco y él eran paradigmas de buena administración y probidad y que por eso dejaba a su cuidado las pertenencias que tanto amábamos mi esposa y yo… Ya termino, declarando que, después de dejar a la administración del Banco de México el patrimonio que escogieron nuestras predilecciones, no nos queda sino el anhelo de alargar nuestra existencia pensando en la posible dicha que daremos a vidas ajenas, porque la nuestra ya se funde en un crepúsculo que contemplamos como un ensueño que se va durmiendo”.[5]

La división del trabajo entre Comité Técnico, director de museo y fiduciario ha sido otro de los temas fundamentales en la operación de los Fideicomisos Culturales. La idea básica es que el Comité Técnico y su brazo ejecutivo que ha sido el director, se encarguen del funcionamiento de los museos en su expresión cultural y museológica: exposiciones permanentes y temporales, curaduría, programa de eventos, cursos y conferencias, etc. Como se ha visto, dentro de esas responsabilidades se ha incluido el manejo de los recursos humanos que prestan sus servicios en los museos. Por otra parte, ha existido intersección entre la labor de los comités técnicos y el fiduciario, principalmente en lo relativo a la determinación de los presupuestos anuales de gasto. Así y en general, los funcionarios que han actuado como delegados fiduciarios de los museos han buscado mantener un diálogo constante con sus comités técnicos en busca de colaboración. En general, las facultades del Comité Técnico de un fideicomiso pueden ser tan amplias como lo establezca el fideicomitente, siempre y cuando no invadan la esfera legal de actuación del fiduciario. El fiduciario nunca está obligado a seguir las instrucciones del Comité Técnico cuando éste obre en exceso de las facultades que se le hayan otorgado en el contrato, tome acuerdos cuya esencia sea contraria a los fines del fideicomiso o llegue a resoluciones cuyo cumplimiento implique la disminución del patrimonio del fideicomiso o lleve a la comisión de actos indebidos.[6]

La administración, en un sentido amplio del término, ha correspondido por entero al fiduciario en los Fideicomisos Culturales del Banco de México. En esta perspectiva, una actividad clave ha sido la supervisión. Sobre todo vigilar que los gastos se ajusten a los presupuestos y que los desembolsos que se hagan sean legítimos y se encuentren debidamente documentados. En adición, ya se ha dicho que otra responsabilidad indelegable del fiduciario es llevar la contabilidad de los fideicomisos. De ahí que no deba extrañar que en la modernidad el órgano encargado en la estructura del Banco de México de la administración de los Fideicomisos Culturales cuente entre su personal con contadores públicos. Sin embargo, tampoco es de extrañar que en ese órgano predominen los abogados. La responsabilidad fiduciaria es principalmente una expresión jurídica y todas las acciones de tipo legal que se realizan en los Fideicomisos Culturales quedan a cargo del Fiduciario. Sobresale en esta tarea la preparación y redacción de contratos para acuerdos de comodato de obras de arte, seguros, contratación de proveedores y asesores externos.

En general, ya se ha dicho, las obligaciones del Fiduciario en los Fideicomisos Culturales han sido siempre indelegables. Entre esas responsabilidades han ocupado un lugar especial los asuntos de carácter tributario. Aunque los Fideicomisos Culturales del Banco de México no son, ni nunca han sido, instituciones con fines de lucro, de cualquier manera tienen que cumplir obligaciones fiscales. De ahí el régimen de “Persona moral no contribuyente” que les es aplicable. En buena medida, estas obligaciones se derivan de que los empleados que trabajan en esos museos deben pagar impuesto sobre la renta y también contribuir con cuotas al Seguro Social. A lo anterior cabe agregar el hecho de que esos museos han tenido siempre que cumplir con el pago de los gravámenes locales. Destacan entre estas últimas contribuciones el impuesto predial, el impuesto sobre ingresos de taquilla en los muesos Frida Kahlo, Anahuacalli y Franz Mayer y más recientemente el impuesto sobre nóminas. En caso de auditoría fiscal, la instancia que legalmente debe dar la cara y atender a los auditores es el Fiduciario y no los funcionarios o instancias colegiadas que manejan esos museos.

También en el ámbito de las relaciones laborales el agente que en última instancia debe responder, sobre todo en caso de conflicto legal, es el Fiduciario. Este hecho tiene su origen en una realidad singular: a pesar de que los empleados que prestan sus servicios en esos museos son contratados por los fideicomisos correspondientes y que sus remuneraciones se cubren con cargo a los presupuestos de esas entidades, de cualquier manera es el Fiduciario quien ante la ley se ha constituido como su patrón. Así, en caso de conflicto o controversia esos empleados defenderían sus derechos laborales no frente a los museos que los contrataron, para los que han trabajado y los cuales cubren sus salarios, sino frente al Fiduciario. Sin embargo, en la eventualidad de un laudo desfavorable sería el Fiduciario la instancia que tendría que atender los pagos ordenados afectando el patrimonio fideicomitido.[7]

En conclusión, aunque en la práctica el Banco de México en su calidad de fiduciario en los museos La Casa Azul, Anahuacalli, Casa del Risco y Franz Mayer ha logrado una cooperación efectiva con los Comités Técnicos (o Patronato, como se le llama en el Mayer), en el orden de las responsabilidades y riesgos legales la situación ha sido muy asimétrica. Y lo ha sido desde un principio, quizá porque en la época en que se firmaron los contratos correspondientes a los fideicomisos que se creaban no solían aplicárseles restricciones. Es decir, para el Banco de México se trató desde un principio de una obligación fiduciaria “no delegada”. No se podía delegar ninguna obligación y en el mismo sentido tampoco las implicaciones han sido delegables. Implícitamente, de este último hecho se ha derivado una asunción muy grande de responsabilidades y también de riesgos. Esos riesgos provienen principalmente de los inmuebles afectados en fideicomiso, del patrimonio artístico y el fondo financiero (principalmente en el fideicomiso Franz Mayer). Por lo tanto, la situación ha sido muy riesgosa y desfavorable, al menos en el orden potencial. Desde un principio, los delegados fiduciarios fueron auditados pero eso nunca ocurrió con los administradores de los museos. Felizmente, los riesgos y los peligros nunca se materializaron en una verdadera crisis. Al menos así sucedió hasta finales de la década de los sesenta.


[1] Ley de Títulos y Operaciones de Crédito, Artículo 356.

[2] Museo Diego Rivera y Frida Kahlo, Estado de Resultados por el periodo de enero a diciembre de 1971 y Estado de Situación Financiera al cierre de 1971.

[3] “Isidro Fabela”, Estado de Resultados de enero a diciembre de 1971 y Estado de Situación Financiera al cierre de 1971. “Fideicomiso Cultural Franz Mayer”, Balanza de Saldos al 31 de diciembre de 1977.

[4] Entrevista Lic. José Luis Pérez Arredondo-ETD (julio de 2013).

[5] Discurso en la inauguración del Museo Casa del Risco. Referencia en Mario Colín, Cronología de Isidro Fabela. Primer Centenario de su Nacimiento (1882-1992), Gobierno del Estado de México, 2000, pp. 103-104.

[6] José Luis Pérez Arredondo, Ponencia ante el Congreso (mimeo). Comisión Organizadora del Comité Latinoamericano de Fideicomiso, Lima, Perú, pp. 12-13.

[7] Op. cit., “Ponencia…”, pp. 18 y 47-48.

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