Tomo XIV: Proyectos notables y gestación de la crisis
III. Los fideicomisos de fomento

 

5. Un buen diseño institucional

 

Durante el sexenio 1970-1976, los fideicomisos de fomento en los cuales el Banco de México era fiduciario siguieron siendo un asunto de bastante importancia para las altas autoridades de la institución. Tan era real esa importancia que en 1976 el subdirector general Miguel Mancera hizo una explicación muy cuidadosa del papel que jugaban esos instrumentos para potenciar y complementar la eficacia del control selectivo del crédito que aplicaba el Banco de México. Por su relevancia y significado, vale la pena la cita completa del pasaje:

“Las equilibradas medidas del Banco de México en materia de control selectivo del crédito han tenido una característica que las hace muy peculiares y distintas a las tomadas con propósitos semejantes en otros países. A través de los fondos de fomento económico, especialmente del FIRA, FOGAIN [administrado por Nacional Financiera], el FONEI, el FOVI y el FOMEX se ha propugnado por mejorar la tecnología de ciertos tipos de créditos. Los mecanismos de redescuento o de garantía que se operan mediante dichos fideicomisos han hecho posible influir en el mejoramiento de los proyectos de inversión respectivos. El incremento en la productividad de las empresas agrícolas, ganaderas o industriales beneficiadas, y la elevada recuperabilidad de los financiamientos concedidos por las instituciones [de crédito] con el apoyo de esos fondos demuestran la bondad de la tecnología empleada”.[1]

Con todo, tan sólo uno de tales fideicomisos se estableció en el Banco de México en el transcurso de dicho sexenio: el Fondo de Equipamiento Industrial (FONEI), en cuyo establecimiento cumplió un papel fundacional clave el economista Jesús Villaseñor. Los fideicomisos de fomento restantes en los cuales el Banco de México fungía como fiduciario eran el FIRA, creado en 1953, y el FOMEX y el FOVI que se establecieron en el año de 1962. En la fundación del FIRA había sido determinante la figura de don Rodrigo Gómez. Asimismo, del desarrollo logrado por ese fideicomiso en su etapa de despegue se habla extensamente en el volumen IX (Esfuerzos para el desarrollo 1954-1970) de la presente crónica. Pero el sistema FIRA continuó teniendo un crecimiento también muy rápido durante los años en que fue director general del Banco de México, Ernesto Fernández Hurtado. En términos de evolución institucional fue también en el periodo referido cuando se estableció dentro del FIRA el FEGA (Fondo Especial de Asistencia Técnica y Garantía para Créditos Agropecuarios). Por su parte, en el periodo aludido siguieron funcionando con bastante dinamismo tanto el FOMEX como el FOVI en un ambiente marcado por una inflación creciente. Por último, fue dentro de ese sexenio, específicamente en el año 1974, cuando el INFRATUR fue fusionado con otro fondo para dar lugar al FONATUR con Nacional Financiera como fiduciaria. De todos estos eventos se da cuenta en las páginas que siguen.

Con la excepción del caso singular del FONEI, el desempeño de los fideicomisos de fomento del Banco de México durante el sexenio 1970-1976 parece haber sido favorable. Y lo fue, a pesar de las dificultades que inexorablemente planteó un entorno de inestabilidad e incertidumbre al que nunca antes se habían enfrentado esos fondos y sus administradores. En una visión retrospectiva, cabe atribuir ese buen desempeño a un diseño institucional muy bien pensado y que a la larga resultó altamente funcional. La clave quizá derivó de incorporar en ese diseño un sistema de pesos y contrapesos. Antes que nada cabe destacar el valor intrínseco que adquirió la figura del fideicomiso público administrado por una entidad con prestigio y madurez institucional: la fórmula se convirtió en un blindaje eficaz para las presiones de origen político. Asimismo, de una gran funcionalidad resultó la división del trabajo discurrida para los Comités Técnicos y las administraciones de esos fideicomisos. El marco de reglas era determinado por aquéllos y además también estaba a su cargo la aprobación de las operaciones. Finalmente, el círculo de control se cerraba con la supervisión general del mecanismo que llevaba a cabo el fiduciario. En ese diseño institucional también jugó un papel axial la participación de los bancos de primer piso a los cuales se les ofrecieron motivaciones suficientes para involucrarse en el financiamiento de sectores que no eran atractivos para las operaciones de crédito tradicionales. Las palancas para conseguir esa participación fueron las disposiciones del control selectivo del crédito aunadas a las acciones de los propios fideicomisos para intervenir como acreditantes parciales así como emisores de garantías a fin de mitigar los riesgos crediticios. Durante la época de estabilidad en la que, con la excepción de FONEI, surgieron esos fondos el entorno favorable facilitó su desarrollo. Tiempo después, ya que la inestabilidad sentó sus reales, de los propios equipos técnicos del Banco de México y de esos fondos surgieron las soluciones para que se pudiera seguir operando en un contexto de inflación elevada. En el orden humano –o si se quiere de administración– un factor coadyuvante de la mayor importancia fue la tradición de un servicio público eficaz, competente y honrado que el fiduciario Banco de México logró infundir, con mucho éxito, en los fideicomisos de fomento a su cargo.


[1] Miguel Mancera Aguayo, “Algunas consideraciones de la evolución reciente y sus perspectivas del sistema bancario mexicano”, en Archivo Personal de Miguel Mancera, Centro Bancario de Monterrey, Monterrey N.L., 25 de agosto de 1976, p. 8.

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